jueves, 30 de junio de 2016

La voz de cera

Escucho la voz de cera derretirse y espero que el viento me traiga su flor blanca. No entierro semillas para que nada crezca y siempre revuelvo el cajón en busca de relojes que marcan el tiempo al revés, dibujando con sus manecillas la incertidumbre; el ángulo desde el que me debato entre darle cuerda o aplastarlo contra el suelo. 
Pinto con un trazo de fragilidad la línea indeleble que separa la cordura de eso que llaman locura. Marcando con la cabeza, a izquierda y a derecha, a derecha y a izquierda, el tic-tac de ese reloj que sigue marcando el tiempo al revés. 
Abro la garganta y brota la llama de una vela condenada a la oscuridad. Y siento como se extingue con el soplo del viento que aspira a apagar también la voz. 
Fluye la cera por esa garganta para modelar palabras, quejidos y suspiros, mientras esboza la sombra de la amenaza del silencio. 
No hay que saber leer las hojas del té, ni siquiera interpretar el vuelo de las aves para adivinar que la voz derretida nunca callará en lo más profundo, reservada solo a aquellos que logren traspasar la línea. Rotos. Sin esperanza. 
Hundidas las manos en la tierra, se sienten los gusanos deslizándose entre los dedos e imagino la sonrisa perpetua de la calavera de aquellos que nunca supieron reír. La última mueca es un guiño a la memoria. 
Y es la pérdida la que nos lleva al silencio, ahoga las voces y las encierra en la cabeza para convertirlas en un enigma. 
La cerilla al prender devuelve el brillo a la mirada por un instante y se agitan los demonios ante la perspectiva de ser derrotados en una batalla que no rehuyen y es eterna. 
Enmudecido, apenas exhalo por la boca entreabierta el humo que desprende la cera derritiendo la voz. El silencio es el vacío. La nada.

miércoles, 29 de junio de 2016

Ni Las Vegas

Si salimos a la calle y preguntamos a los vecinos, no sé cuántos de ellos acertarían con la cifra de centros comerciales y de ocio que se van a construir en distintos puntos de la ciudad.
Aquí pasamos del cero al infinito y del infinito a la nada en cuestión de meses. Qué digo meses. De la noche a la mañana. Si hiciéramos caso al entusiasmo de los gobernantes locales para anunciar nuevos proyectos y el desbloqueo de los viejos, no íbamos a disponer ni de tiempo ni de dinero para tamaño disfrute.
A los ya conocidos de Bogaris y Plaza se suma, otra vez, el de la empresa linarense Bowling con cines, bolera y tiendas en terrenos de los Maristas. Ni Las Vegas.
Millones de inversión, el caramelo de la creación de puestos de trabajo y un razonable plazo de ejecución de las obras. ¿Les suena? Pues, claro. Es la misma cantinela que llevamos oyendo tiempo con cualquier proyecto en esta ciudad, ya sea la construcción de una urbanización de lujo disfrazada de campo de golf o un centro comercial de película.
Luego los proyectos se realizarán o no. Pero ese es otro tema. Ya saben lo que ocurrió en Granada con el anterior alcalde y un proyecto de estas características, el “caso Serrallo”.
Aquí para no ser menos también tenemos un caso relacionado con el urbanismo que apesta, una permuta de terrenos autorizada en su día por el concejal Contreras que la Fiscalía ha llevado al juzgado .
El grupo municipal del PSOE se ha personado como acusación y ha pedido también la creación de una comisión de investigación en el ayuntamiento. Pero una comisión seria, no como la que se creó y que no pasó de la primera sesión de trámite por el nulo interés del alcalde del talante en afrontar responsabilidades con los comportamientos díscolos de sus concejales, ya sea el de Tráfico o el de Personal.
Lo de la permuta, insisto, apesta. Teniendo en cuenta además la trayectoria del concejal, que antes de edil fue gerente del PP en esos tiempos gloriosos de sobres y sobresueldos.
Claro que visto el resultado de las elecciones generales no creo que el PP esté muy preocupado, siguen pensando que los votos en las urnas eximen de la responsabilidad penal. Y si no, ahí está el ministro del Interior para lo que sea menester.
Lo dicho. Ni Las Vegas en sus mejores días.

 Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 29 de junio de 2016.



domingo, 19 de junio de 2016

Cosas del destino

Hace años un amiga comentó que mi convicción en el destino era la negación de Dios. Un Dios con mayúsculas, no un dios menor o cualquier dios. 
No lo dijo exactamente con esas palabras, más bien dijo algo así como que yo afirmaba que todo era obra del destino y por tanto, según ella, Dios era una mierda. Era un clase de Filosofía en el instituto. Y debíamos andar por los 17. 
Los años no han variado esa convicción sobre el destino. Sigo pensando que podemos modificar el camino o la forma de andarlo, pero el principio y el final no varían. 
En ese camino, se vacían y llenan las alforjas. Lo vivido aporta la experiencia y lo estudiado el conocimiento. Y la suma de ambos constituye el aprendizaje. Aunque en estos tiempos surgen teóricos o nuevos gurús que apuestan por desaprender como elemento imprescindible para alcanzar lo contrario. 
Conozco a pocas personas que bastante avanzado ese camino no se hayan planteado cómo hubiera sido su existencia de haber tomado otra decisión en un momento de su vida. 
Y lo curioso, lo que siempre me ha llamado la atención, es que la recreación de esa posible pero inexistente vida tiene que ver más con el envoltorio que con lo envuelto. Se presta más atención a cómo viviríamos que a la persona que seríamos. Es decir que prima la frustración sobre la introspección. 
He recordado esta anécdota al ver hoy en redes sociales una campaña a favor de que no desaparezca la Facultad de Filosofía y Letras. Y eso no es cosa del destino. Eso tiene que ver con el anhelo de aquellos que manejan los hilos de limitar la experiencia y reducir el conocimiento. Porque les va mejor con los inexpertos y los ignorantes. Y les da igual que vayan al frente del rebaño o entre los borregos. 
Creer que el destino está escrito o que un dios escribe con renglones torcidos es una cuestión de convicciones. Pero ser un borrego es una elección; en cualquier rebaño.

miércoles, 15 de junio de 2016

La papeleta de las vacaciones escolares

Una semana y los peques de la casa habrán terminado el cole. Los profes encantados y la mayoría de los padres temblando porque no saben qué hacer con ellos. 
Hay quien puede recurrir a la familia, hay quien puede pagar a alguien que los cuide o un centro lúdico donde los tengan entretenidos y hay quien puede elegir las vacaciones de forma que no falte en casa uno de los progenitores. 
Pero hay muchos padres y madres que se las ven y las desean para poder ocuparse de sus vástagos en verano. Hay familias monoparentales, hay quien no puede tirar ni de abuelos ni de billetera e incluso hay quien solo logra la opción de enviarlos a una escuela de verano o similar con horario de nueve a dos; fantástico para eso que llaman conciliación y que en realidad brilla por su ausencia. 
Hace unos años, siendo alcaldesa Carmen Peñalver, el Ayuntamiento de Jaén puso en marcha un proyecto de escuelas de verano que fue un éxito. Por un lado, resolvía la papeleta a no pocos padres y por otro, proporcionaba trabajo por unos meses a muchas personas que el resto del año estaban a verlas venir y que de esta forma aseguraban unos ingresos. 
Pero fue volver el PP a la Alcaldía y el proyecto se fue al garete. Se argumentó que las escuelas de verano no podían ser gratis. Y con el mal estilo de entonces se acusó a los padres de no querer pagar. Cuando la realidad es que nadie les preguntó y es obvio que se podían haber establecido tarifas proporcionales a la renta familiar y se podía haber asumido la gratuidad para aquellas personas con rentas bajas. 
Habrá quien con la lengua de la media verdad afirme hoy desde el ayuntamiento que las escuelas de verano siguen funcionando. A sabiendas de que solo mantienen el nombre, de que hay tan pocas plazas que cuando se abre el periodo de solicitud la web municipal se bloquea y se hacen colas desde la madrugada, como en aquellos tiempos de las cartillas de racionamiento de los que hablaban nuestros mayores. Se ve que algunos recrean sus nostalgias y condenan al resto a padecerlas. 
¿Tan difícil es buscar con tiempo y consenso una solución a una demanda de los ciudadanos que se repite cada año?¿No se pueden habilitar los colegios y otros centros públicos, como se hizo en su día, para garantizar la atención a los niños y la tranquilidad a sus padres?. 
Y ya de paso, como en otras ciudades, abrir los comedores escolares para ofrecer a los niños un almuerzo, con alimentos básicos para su desarrollo, que en muchos casos no les pueden dar en sus casas. 
Ahora que se acercan las elecciones es bueno recordar que para esto están también las instituciones y los gobernantes.

Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 15 de junio de 2016.

lunes, 6 de junio de 2016

La línea divisoria

Dónde está la delgada línea que separa el abismo de la tierra firme. Cuántos habrá que no hayan sentido nunca la necesidad de suspenderse en el aire, vencerse al impulso de saltar en pos de una libertad que no es en muchas ocasiones más que un minuto de calma. 
Qué envidia causa el equilibrista capaz de mantenerse sobre los acordes de la guitarra mientras suena un rock. El mismo equilibrista que flota sobre la espuma de una cerveza sin fin, ajeno al temor de que la copa sea como una bañera a la que basta con quitar el tapón para ser absorbido por el remolino. 
Es la imperfección del ser humano frente a la máquina, incapaz de hallar el interruptor de la pausa. El botón del respiro. 
No hay red para los que fracasan en la búsqueda de la luz. Y las sombras siempre acechan. Basta con estirar el brazo, alargar la mano, dejar caer la toalla y ya no hay cuenta atrás. Ya no hay que volver a besar la lona, ya poco importa levantarse o permanecer tumbado. No hay que apretar los dientes, ni siquiera para fingir una sonrisa o una mueca indescifrable. 
Simplemente no hay. Ya no hay. Y aún así, incluso en la oscuridad es tan fácil enredarse sin red. Perder el equilibrio y flotar. Sin lograr descifrar dónde demonios estaba la delgada línea que separaba el abismo de la tierra firme.

viernes, 3 de junio de 2016

Paracaidistas

Hubo un tiempo no muy lejano en el que en Jaén se criticaba al Partido Popular y al Partido Socialista porque era demasiado habitual que encabezará su lista un político ajeno a la provincia.
Eran los denominados cuneros o paracaidistas. A los que su partido garantizaba la obtención del escaño colocándolos de número uno o en puestos de salida sin importar que carecieran de vínculos con Jaén y que una vez elegidos su paso por esta tierra fuera testimonial.
Ahora son los partidos emergentes los que optan por traernos un cunero para encabezar su lista. Y lo hacen también evidenciando su desconocimiento de esta provincia y para satisfacer sus intereses.
Sin duda una de las aportaciones más destacadas de Podemos, y una de las que más molestaba a PP y PSOE, ha sido el término casta, que englobaba y definía un estatus político y una forma de actuar de espaldas a la calle.
Tengo la sensación de que Podemos, bajo los distintos nombres y confluencias con los que se presenta, acabará convirtiéndose en casta en su indiscutible objetivo de rebasar y sustituir al PSOE por la izquierda.
Ahora bien, no me parece que sea un acierto avanzar hacia ese objetivo con la elección/imposición de Diego Cañamero, dirigente del Sindicato Andaluz del Campo (SAT), repitiendo con matices la fórmula Bódalo, que en la práctica le ha aportado más ruido que nueces.
No dudo de que con este “dedazo” Podemos intenta atraer el voto rural, donde apenas tiene implantación electoral. Estrategia para la que también le sirve en la provincia el acuerdo con Izquierda Unida.
Pero Jaén no es solo Jódar. Y el aterrizaje de Cañamero responde más a estereotipos que a la situación actual del campo, cuya labor y reivindicaciones poco se parecen a aquellas del siglo XIX y principios del XX.
No veo a Cañamero, de igual modo que no veía a Bódalo, despertando pasiones en los núcleos urbanos, ni entre los jóvenes, ni entre los menos jóvenes, salvo los convencidos.
Podemos juega la carta de que para eso ya están los Iglesias y compañía y la televisión. Pero me temo que el resultado será que Jaén tendrá un diputado en el Congreso que mirará al campo y al cielo de donde cayó. Y lo que necesitamos aquí es representantes que pisen el suelo y miren al frente. Porque lo de atrás, ya nos lo sabemos.

 Artículo emitido en SER Úbeda, el 1 de junio de 2016.

miércoles, 1 de junio de 2016

La invasión de los veladores

Es una invasión en apariencia silenciosa. Estábamos tan pendientes de la amenaza amarilla, ya saben aquello de ‘cuando China despierte’, que apenas hemos opuesto resistencia a esta invasión real de la ciudad. 
No me malinterpreten, no tengo nada contra las terrazas, los denominados veladores de hostelería. Al contrario, me gustan. Son un agradable sitio de encuentro para tomar una rubia con espuma o un café, leer el periódico o conversar con amigos, familiares y conocidos. 
Pero, ¡ay, los peros! Visto lo visto, la normativa municipal que regula su instalación desde 2012 debe revisarse (con especial atención a sus artículos 11 y 12), porque las terrazas se han reproducido como setas, entre otras razones por la Ley antitabaco, y da la sensación de que se da prioridad a la recaudación en detrimento del uso del espacio público. 
Porque se trata de eso, de evitar que en cualquier esquina, en cualquier plaza o calle se instale una terraza invadiendo el espacio público, impidiendo la circulación de los peatones y convirtiendo la de camarero en una profesión más estresante que la de conductor de ambulancia. Y por supuesto, insuficientemente pagada, a juzgar por los equilibrios que deben hacer para llegar a buen puerto con la bandeja. 
Igual que los peatones, que por determinadas zonas de la ciudad deben ir en fila india y ojo avizor para no chocar con los camareros que atienden las terrazas. 
Según la ordenanza municipal un metro y medio de ancho es espacio suficiente para que convivan transeúntes y camareros. Pero la realidad es que unos y otros tienen que tener más reflejos que un piloto de Fórmula 1 para evitar la colisión. 
No se trata de ir con el metro en mano midiendo para ver quién cumple o incumple la normativa por unos centímetros más o menos. Es un tema, como tantos otros en esta ciudad, de sentido común. Si ya sé, el menos común de los sentidos, pero debía valer para revisar la ordenanza y contemplar otros aspectos, más allá del de hacer caja, antes de conceder la licencia. 
Hay espacios de la vía pública en los que es evidente que no puede ni debe instalarse un velador, ni nada que impida el paso a las personas. 
Y por si fuera poco, la normativa municipal en su artículo 29 permite también el almacenamiento de mesas y sillas en esa vía pública, cuando lo lógico es que se realizase en el interior de los establecimientos. 
Puede decirme alguien cuántos kioscos, cuántos veladores hay en los parques del Bulevar, el Seminario o la Alameda. 
Pues eso.
Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 1 de junio de 2016.