Dentro del PP al igual que la extrema derecha existe una derecha democrática, encarnada hoy por políticos conservadores como Alberto Ruiz Gallardón, Alberto Núñez Feijoo o Antonio Basagoiti. De derechas, sí, pero alejados de los modos y formas de Mariano Rajoy y su guardia pretoriana, Cospedal, Saénz de Santamaría y González Pons, y por supuesto, de anteriores dirigentes.
De esos modos y formas como los exhibidos esta mañana en una entrevista en la SER por la manchegaStar, quien a pesar de llevar poco tiempo en el PP es capaz de mostrar la desvergüenza más rancia. A la par que aseguraba que el indeciso Rajoy maneja los tiempos; cuando a lo sumo sería un mal relojero empeñado en parar o retrasar el reloj.
Es una pena que el PP no sepa aprovechar la oportunidad que le ofrece la corrupción en su interior y renovarse, jubilando a corruptos, indecisos y representantes de la extrema derecha y apostando de una vez por una derecha democrática, más cercana a las francesa o alemana y distante de ese modelo italiano al que cada día se asemeja más.
Que nadie se lleve a engaños, Ruiz Gallardón y Núñez Feijoo son políticos conservadores y en su ADN figuran tanto la privatización de servicios públicos como la subida de impuestos o las políticas fiscales que gravan menos a los que más tienen y depositan la voracidad recaudadora en los más desfavorecidos. Pero son demócratas.
Y ambos han puesto tierra de por medio con la corrupción en su partido. Uno, Núñez Feijoo reclamando en privado y ahora en público contundencia a los dirigentes de su partido frente a los corruptos con carnet del PP. Y el otro, Ruiz Gallardón, con una espantá a la altura de Curro Romero en una mala tarde en Las Ventas o en la Maestranza.
Gallardón ha hecho mutis por el foro desde que los casos de corrupción del PP ocupan un día sí y otro también las portadas de los periódicos y las aperturas de los telediarios y son junto al fútbol tema de conversación de cafés y aperitivos.
Alguien podría pensar que la huida de los focos del alcalde de Madrid es por prudencia o por temor a que la trama Gürtel haya alcanzado también algún despacho del ayuntamiento madrileño, tan dado a celebraciones y proyectos olímpicos. Poco probable, por no decir imposible (en los tiempos actuales y ante la indecencia política cualquiera pone la mano en el fuego), dadas las simpatías y respaldos atesorados por Ruiz Gallardón, cual Garzón en la judicatura, entre algunos compañeros de su partido. Es seguro que ante el menor indicio, esos compañeros con su querida Desesperanza a la cabeza y respaldados por la caverna habrían destripado sin piedad y en alarde democrático del que hacen gala a su íntimo enemigo para ponerlo a los pies de los caballos y otorgarle la misma presunción de inocencia que hasta la fecha vienen otorgando, en otro alarde democrático y de respeto a la justicia, al juez Garzón, otro de sus íntimos enemigos.
A los políticos no demócratas, como a los jueces de igual condición, habría que ir enseñándoles la puerta de salida de un sistema que rechazan y a cuyas instituciones degradan y devalúan a diario con sus acciones y sus omisiones. Lo de los jueces parece a priori más complicado por el desinterés en reformar la justicia. Pero lo de políticos no demócratas, en el PP podría ser factible si dejará de retroalimentarse con la caverna y apostar por figuras como los Albertos. De derechas, sí, pero demócratas.
De esos modos y formas como los exhibidos esta mañana en una entrevista en la SER por la manchegaStar, quien a pesar de llevar poco tiempo en el PP es capaz de mostrar la desvergüenza más rancia. A la par que aseguraba que el indeciso Rajoy maneja los tiempos; cuando a lo sumo sería un mal relojero empeñado en parar o retrasar el reloj.
Es una pena que el PP no sepa aprovechar la oportunidad que le ofrece la corrupción en su interior y renovarse, jubilando a corruptos, indecisos y representantes de la extrema derecha y apostando de una vez por una derecha democrática, más cercana a las francesa o alemana y distante de ese modelo italiano al que cada día se asemeja más.
Que nadie se lleve a engaños, Ruiz Gallardón y Núñez Feijoo son políticos conservadores y en su ADN figuran tanto la privatización de servicios públicos como la subida de impuestos o las políticas fiscales que gravan menos a los que más tienen y depositan la voracidad recaudadora en los más desfavorecidos. Pero son demócratas.
Y ambos han puesto tierra de por medio con la corrupción en su partido. Uno, Núñez Feijoo reclamando en privado y ahora en público contundencia a los dirigentes de su partido frente a los corruptos con carnet del PP. Y el otro, Ruiz Gallardón, con una espantá a la altura de Curro Romero en una mala tarde en Las Ventas o en la Maestranza.
Gallardón ha hecho mutis por el foro desde que los casos de corrupción del PP ocupan un día sí y otro también las portadas de los periódicos y las aperturas de los telediarios y son junto al fútbol tema de conversación de cafés y aperitivos.
Alguien podría pensar que la huida de los focos del alcalde de Madrid es por prudencia o por temor a que la trama Gürtel haya alcanzado también algún despacho del ayuntamiento madrileño, tan dado a celebraciones y proyectos olímpicos. Poco probable, por no decir imposible (en los tiempos actuales y ante la indecencia política cualquiera pone la mano en el fuego), dadas las simpatías y respaldos atesorados por Ruiz Gallardón, cual Garzón en la judicatura, entre algunos compañeros de su partido. Es seguro que ante el menor indicio, esos compañeros con su querida Desesperanza a la cabeza y respaldados por la caverna habrían destripado sin piedad y en alarde democrático del que hacen gala a su íntimo enemigo para ponerlo a los pies de los caballos y otorgarle la misma presunción de inocencia que hasta la fecha vienen otorgando, en otro alarde democrático y de respeto a la justicia, al juez Garzón, otro de sus íntimos enemigos.
A los políticos no demócratas, como a los jueces de igual condición, habría que ir enseñándoles la puerta de salida de un sistema que rechazan y a cuyas instituciones degradan y devalúan a diario con sus acciones y sus omisiones. Lo de los jueces parece a priori más complicado por el desinterés en reformar la justicia. Pero lo de políticos no demócratas, en el PP podría ser factible si dejará de retroalimentarse con la caverna y apostar por figuras como los Albertos. De derechas, sí, pero demócratas.
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