El Tribunal Supremo, a través de su Sala de lo Penal, ha convocado a una reunión a los corresponsales de los medios de comunicación extranjeros en España, con la intención de explicarles los procedimientos procesales y los motivos judiciales del “caso Garzón”.
Me parece fantástico, casi obligado y deseable, que en democracia cualquier institución ofrezca explicaciones públicas de sus actuaciones. Aunque los plumillas extranjeros, como los autóctonos, están sin duda más interesados en los motivos extra judiciales que si nadie lo remedia inhabilitarán al juez Baltasar Garzón y lo sentarán en el banquillo, dándose la paradoja de ser el único juzgado en relación a los crímenes contra la humanidad del franquismo.
También es objeto del conocimiento y de la curiosidad de la prensa, de fuera y de dentro, y por extensión de la ciudadanía la pervivencia en puestos de privilegio y representatividad de algunos jueces de un régimen carente de libertades al que juraron lealtad en un sistema cuyos valores son los contrarios.
La cuestión no es si los jueces son conservadores o progresistas (aunque esto parece pesar más en su designación para desempeñar determinados cargos en la judicatura que su trayectoria profesional), porque lo realmente importante y exigible a un juez es que haga bien su trabajo, algo que a diario hace la mayoría de ellos en los juzgados españoles. Lo preocupante es que existan jueces no demócratas que ocupan un estatus preferente en el actual organigrama jurídico español y que tras 30 años de democracia los distintos gobiernos hayan sido incapaces, como hicieron con otros estamentos como el Ejército, de reformar la Justicia.
Pese a esta lógica curiosidad profesional, los periodistas extranjeros que acudan a esa convocatoria del Tribunal Supremo deberán tener cuidado con las preguntas que formulan, ya que ante el cariz que está tomando el “caso Garzón” pueden ser acusados de someter a este tribunal a presiones internacionales o incluso ser acusados de actuaciones antidemocráticas.
En este mundo al revés, donde el juez es juzgado, los acusados se convierten en los acusadores y los dudosamente demócratas acusan de antidemocráticos a los demócratas, esa convocatoria del Tribunal Supremo parece más un intento de convencer a la opinión pública internacional, en especial de los países americanos (Estados Unidos, Argentina y Chile, preferentemente), de sus bondadosas y jurídicamente fundamentadas intenciones en el procesamiento de Garzón; aunque pueda desprenderse un cierto tufo del rancio estilo de la ex ministra Ana Palacio en Naciones Unidas en fecha de doloroso recuerdo para nuestro país.
Uno tiene la sensación que todo esto del caso abierto contra el juez Garzón se le ha ido a sus instigadores e ideólogos de la mano, que porfiaron ante la controversia que genera el juez y apostaron más por las fobias que por las simpatías que despierta. De modo que no midieron ni actos, ni consecuencias, y menospreciaron la generosidad, el compromiso, y la dignidad de aquellos que aunque críticos con el juez Garzón están dispuestos a que un día como hoy sea real aquello de ¡No pasarán!
Me parece fantástico, casi obligado y deseable, que en democracia cualquier institución ofrezca explicaciones públicas de sus actuaciones. Aunque los plumillas extranjeros, como los autóctonos, están sin duda más interesados en los motivos extra judiciales que si nadie lo remedia inhabilitarán al juez Baltasar Garzón y lo sentarán en el banquillo, dándose la paradoja de ser el único juzgado en relación a los crímenes contra la humanidad del franquismo.
También es objeto del conocimiento y de la curiosidad de la prensa, de fuera y de dentro, y por extensión de la ciudadanía la pervivencia en puestos de privilegio y representatividad de algunos jueces de un régimen carente de libertades al que juraron lealtad en un sistema cuyos valores son los contrarios.
La cuestión no es si los jueces son conservadores o progresistas (aunque esto parece pesar más en su designación para desempeñar determinados cargos en la judicatura que su trayectoria profesional), porque lo realmente importante y exigible a un juez es que haga bien su trabajo, algo que a diario hace la mayoría de ellos en los juzgados españoles. Lo preocupante es que existan jueces no demócratas que ocupan un estatus preferente en el actual organigrama jurídico español y que tras 30 años de democracia los distintos gobiernos hayan sido incapaces, como hicieron con otros estamentos como el Ejército, de reformar la Justicia.
Pese a esta lógica curiosidad profesional, los periodistas extranjeros que acudan a esa convocatoria del Tribunal Supremo deberán tener cuidado con las preguntas que formulan, ya que ante el cariz que está tomando el “caso Garzón” pueden ser acusados de someter a este tribunal a presiones internacionales o incluso ser acusados de actuaciones antidemocráticas.
En este mundo al revés, donde el juez es juzgado, los acusados se convierten en los acusadores y los dudosamente demócratas acusan de antidemocráticos a los demócratas, esa convocatoria del Tribunal Supremo parece más un intento de convencer a la opinión pública internacional, en especial de los países americanos (Estados Unidos, Argentina y Chile, preferentemente), de sus bondadosas y jurídicamente fundamentadas intenciones en el procesamiento de Garzón; aunque pueda desprenderse un cierto tufo del rancio estilo de la ex ministra Ana Palacio en Naciones Unidas en fecha de doloroso recuerdo para nuestro país.
Uno tiene la sensación que todo esto del caso abierto contra el juez Garzón se le ha ido a sus instigadores e ideólogos de la mano, que porfiaron ante la controversia que genera el juez y apostaron más por las fobias que por las simpatías que despierta. De modo que no midieron ni actos, ni consecuencias, y menospreciaron la generosidad, el compromiso, y la dignidad de aquellos que aunque críticos con el juez Garzón están dispuestos a que un día como hoy sea real aquello de ¡No pasarán!
Foto: Fachada de la sede del Tribunal Supremo en Madrid, de Uly Martín. "El País".
Sé que ya antes se ha juzgado a jueces, pero no sé por qué con éste, si se llega al caso, tengo el extraño presentimiento de que se abrirá una nueva veda.
ResponderEliminarEauphelia, pienso que la cuestión no es que juzguen a un juez, aunque Garzón lo sea, es como bien dices que se abre la veda y nos lleva a la involución. Un bico.
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