Saramago se despide de su cuaderno. Y quedamos huérfanos. Pero deja una puerta entreabierta para que sus palabras magistrales puedan volver a poblar nuestros ordenadores. Y de una despedida definitiva pasa a un quizás vuelva; aunque eso sí, aventura un retorno excepcional.
Abandona el magisterio periódico de su cuaderno para dedicar todo su tiempo a una nueva obra. Siempre podremos saborearlo en obras pasadas y futuras, pero perdemos la inmediatez, la certeza y precisión de sus reflexiones, de sus críticas y denuncias o de las enseñanzas recogidas en su blog.
Este cierre inesperado nos deja a oscuras, porque nos priva de una de las pocas luces que todavía hoy podía iluminarnos. Perdemos a la par la luminosidad de sus letras y al lazarillo que nos guiaba en estos tiempos convulsos y tan propensos a la oscuridad y a la tiniebla.
Quedamos pues ciegos o tuertos, a la espera de que el maestro recapacite y ese retorno no sea excepción, sino normalidad y podamos como hasta ahora abrir las páginas de El cuaderno de Saramago para hallar la luz.
Abandona el magisterio periódico de su cuaderno para dedicar todo su tiempo a una nueva obra. Siempre podremos saborearlo en obras pasadas y futuras, pero perdemos la inmediatez, la certeza y precisión de sus reflexiones, de sus críticas y denuncias o de las enseñanzas recogidas en su blog.
Este cierre inesperado nos deja a oscuras, porque nos priva de una de las pocas luces que todavía hoy podía iluminarnos. Perdemos a la par la luminosidad de sus letras y al lazarillo que nos guiaba en estos tiempos convulsos y tan propensos a la oscuridad y a la tiniebla.
Quedamos pues ciegos o tuertos, a la espera de que el maestro recapacite y ese retorno no sea excepción, sino normalidad y podamos como hasta ahora abrir las páginas de El cuaderno de Saramago para hallar la luz.
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