La prensa (los medios de comunicación) no está bien, pero los periodistas no andan mejor. Cerramos el año 2009 con la disparatada condena en España al director de la Cadena SER, Daniel Anido, y al redactor jefe de Informativos, Rodolfo Irago. Y abrimos el 2010 con la muerte de la periodista canadiense Michelle Lang, del Calgary Herald, en Afganistán, y con el secuestro de dos periodistas franceses de France 3, también en Afganistán.
La muerte de un periodista no es por desgracia algo nuevo. Lang no es la primera ni la última de una larga lista de periodistas muertos cuando realizaban su trabajo, a la que nosotros también aportamos nuestra cuota de pérdidas: Julio Anguita, Julio Fuentes, Ricardo Ortega, Miguel Gil, el cámara José Couso, el fotógrafo Juantxu Rodríguez. Y también nuestro pequeño milagro, el fotógrafo Morenatti, que “SÓLO” perdió un pie al estallar una bomba, que se podía haber llevado su vida.
Todos ellos encontraron la muerte cuando trataban de contarnos a través de la palabra y de las imágenes lo que estaba pasando en unos países, que en parte gracias a ellos ya no nos parecen tan lejanos, ni tan diferentes al nuestro. Lugares donde la gente trata de sobrevivir y donde estar vivo cuando cae la noche es el mayor logro imaginable; incluso superior al de alimentarse. Un vivo siente hambre; un muerto, ni eso.
En este caso las cifras no engañan y no se utilizan para “maquillar” éxitos o fracasos. La Federación Internacional de Periodista (FIP) acaba de publicar el informe de 2009: 137 periodistas y trabajadores de medios de comunicación muertos; 28 muertes más que en 2008. De esos 137 muertos, 113 fueron asesinados y sólo 24, fueron muertes por accidente.
Convendría no olvidar estos datos y estos hechos cuando con ligereza se habla de los periodistas y de la labor de informar. Y convendría no olvidarlo cuando se atribuye la condición de periodistas a un numeroso grupo de espantajos que puebla los medios de comunicación, en especial las cadenas de televisión, opinando de lo divino y de lo humano sin el menor rigor y profesionalidad.
En España y en muchos otros países, por suerte, un periodista no debe exponer su vida para ejercer su profesión. Pero no debemos olvidar que en otros países, por desgracia, los periodistas exponen a diario sus vidas para ejercer su profesión, que por si alguien lo ha olvidado es contar lo que pasar, con rigor y veracidad.
Como dicen que las desgracias nunca vienen solas, junto a los periodistas, mueren y son secuestrados de igual manera sus acompañantes, personas que hacen de traductores y guías, cuyas muertes y secuestros merecen un tratamiento informativo menor en los medios de comunicación occidentales. Pese a que como es obvio su muerte es tan lamentable y rechazable como el resto. Conviene también no olvidarlo.
Alguien me dijo una vez que la nuestra era la segunda profesión más peligrosa del mundo. Ingenuo o curioso, o ambas cosas, le pregunté sobre cuál era la primera, y sonriente me respondió que no se sabe.
La muerte de un periodista no es por desgracia algo nuevo. Lang no es la primera ni la última de una larga lista de periodistas muertos cuando realizaban su trabajo, a la que nosotros también aportamos nuestra cuota de pérdidas: Julio Anguita, Julio Fuentes, Ricardo Ortega, Miguel Gil, el cámara José Couso, el fotógrafo Juantxu Rodríguez. Y también nuestro pequeño milagro, el fotógrafo Morenatti, que “SÓLO” perdió un pie al estallar una bomba, que se podía haber llevado su vida.
Todos ellos encontraron la muerte cuando trataban de contarnos a través de la palabra y de las imágenes lo que estaba pasando en unos países, que en parte gracias a ellos ya no nos parecen tan lejanos, ni tan diferentes al nuestro. Lugares donde la gente trata de sobrevivir y donde estar vivo cuando cae la noche es el mayor logro imaginable; incluso superior al de alimentarse. Un vivo siente hambre; un muerto, ni eso.
En este caso las cifras no engañan y no se utilizan para “maquillar” éxitos o fracasos. La Federación Internacional de Periodista (FIP) acaba de publicar el informe de 2009: 137 periodistas y trabajadores de medios de comunicación muertos; 28 muertes más que en 2008. De esos 137 muertos, 113 fueron asesinados y sólo 24, fueron muertes por accidente.
Convendría no olvidar estos datos y estos hechos cuando con ligereza se habla de los periodistas y de la labor de informar. Y convendría no olvidarlo cuando se atribuye la condición de periodistas a un numeroso grupo de espantajos que puebla los medios de comunicación, en especial las cadenas de televisión, opinando de lo divino y de lo humano sin el menor rigor y profesionalidad.
En España y en muchos otros países, por suerte, un periodista no debe exponer su vida para ejercer su profesión. Pero no debemos olvidar que en otros países, por desgracia, los periodistas exponen a diario sus vidas para ejercer su profesión, que por si alguien lo ha olvidado es contar lo que pasar, con rigor y veracidad.
Como dicen que las desgracias nunca vienen solas, junto a los periodistas, mueren y son secuestrados de igual manera sus acompañantes, personas que hacen de traductores y guías, cuyas muertes y secuestros merecen un tratamiento informativo menor en los medios de comunicación occidentales. Pese a que como es obvio su muerte es tan lamentable y rechazable como el resto. Conviene también no olvidarlo.
Alguien me dijo una vez que la nuestra era la segunda profesión más peligrosa del mundo. Ingenuo o curioso, o ambas cosas, le pregunté sobre cuál era la primera, y sonriente me respondió que no se sabe.
Naturalmente siento la muerte de colegas allá donde se produzca, y también lamento que muchos de ellos sufran prisión, como ocurre en demasiados países. Sin embargo no comparto que nuestra profesión sea la segunda más peligrosa del mundo. El problema no es la profesión sino el lugar donde se ejerce. En esos lugares donde por desgracia han muerto 137 periodistas, también han muerto miles de personas, entre ellas mujeres y niños inocentes. Por tanto, insisto, el riesgo no es la profesión sino el lugar donde se ejerce. Sin ir más lejos en España hasta septiembre de 2009 habían muerto 815 trabajadores (en la construcción en la agricultura,en la industria...) y ninguno de ellos era peridista.
ResponderEliminarJuan Armenteros
Siempre me ha sorprendido la imagen de un periodista dando una noticia in situ al mismo momento que a sus espaldas una ciudad está siendo bombardeada. No puedo evitar pensar en que por mucho misil selectivo atacando edificios estrategicos, hay personas a las que se están matando y ellos no han tenido la oportunidad de elegir no estar allí.
ResponderEliminarNo sé cual es la primera, o segunda o tercera o las que sean, profesión más peligrosa. Lo que si sé es que unos pueden elegir mientras que a otros no les queda más remedio que subirse a un andamio helado o bajar a una mina oscura, o como dice el comentarista de arriba, ejercer en una zona de riesgo, haciendo su trabajo, y te peguen un tiro o te caiga una bomba encima.
Bueno... no he desaparecido. Eau pasa a ser Ophelia y mi blog está de reformas o practicando el kundaline... a saber.
Cuidate ;)
Juan, había cierta chanza en esa afirmación sobre el peligro de la profesión. Aún así, permíteme que discrepe, esos trabajadores muertos de los que hablas lo hacen en la mayoría de los casos por imprudencia, de los empresarios o de ellos mismos, y en todos ellos la muerte es un accidente. Lamentable, pero un accidente.
ResponderEliminarEl peligro y el riesgo a los que está sometida la profesión del periodismo no necesariamente ha de conducir a la muerte, y sin embargo, ello no te exime del peligro. Las muertes de mujeres, hombres y niños que se producen en esos lugares donde han muerto 137 periodistas no tienen que ver con el periodismo, su muerte está en el debe de otro negocio: el de los gobiernos y las armas.
Eau,Ophelia, espero que tus reformas no sean eternas.Me alegra que no hayas desaparecido y por tanto, puedas elegir. Un beso.
ResponderEliminarBueno, ya estoy en la brecha.
ResponderEliminarCon el nuevo año la gente se hace nuevos propositos para mejorar: unos deciden que van a dejar de fumar, otros que se pondran a regimen para adelgazar eso kilos de más... que sé yo las cosas que los demas se proponen.
Yo quiero avanzar y por lo tanto perder ese tremendo temor a hacer el espantoso ridículo que siempre me acompaña.
Soy ridícula pero tampoco es que quiera cambiar. Yo escribo mis historias a mi manera, como mejor sé hacerlo,y siempre conservando en buena parte mi intimidad.
Te pido ayuda aunque no sé muy bien de que clase.
¿estas?