Las cartas están sobre la mesa. La recuperación económica es secundaria. Nada o poco importa que las heces sobrepasen la cintura y tiendan hacia arriba por los Gürtell, Fundescam, Palma Arena y similares. El maná es el desempleo. Sin recuperación del laboro no hay pan y sal para este país. La estrategia del PP es clara: descontento popular y descontento de la llamada clase media, materiales básicos para construir el camino hacia el triunfo electoral.
Es el caldo de cultivo para el fascismo. De nuevo, la xenofobia. La caza de brujas. La intolerancia. El rechazo al extranjero, el menoscabo del diferente. Vienen a quitarnos el trabajo; sin recordar la salvedad de que es el laboro que no queremos, el que decidimos que hicieran otros. Ahora cuando ya no hay pastel, cuando no vemos ni migajas, reclamamos nuestra porción.
El obrero votando a la derecha. Comulgando con ella. Repudian la revolución del proletariado, abjuran de la conciencia de clase, pero se echan sin rubor en brazos del capitalismo en su versión más devastadora, la que nos ha traído esta crisis. Ni siquiera se busca el atajo ilustrado del todo para el pueblo sin el pueblo, se echan en brazos de aquellos que predican el todo lo del pueblo pero sin el pueblo.
Ya no hay romanticismo para vender el alma al diablo. Cambian a Goethe por un Díaz Ferrán cualquiera y delatarían al hijo del hombre por un tercio de aquellas 30 monedas de plata, incluso por nada con tal de contentar al patrón.
Pararía el mundo y me bajaría, sólo que ya no podría volver a subir. Ese sí que sería un alto precio a pagar. Demasiado arroz para tan poco pollo. Y mucho más para un gato, que ni liga con arroz ni engulle los señuelos de los salvapatrias. Dos vueltas más al farol y me voy a mi casa.
Es el caldo de cultivo para el fascismo. De nuevo, la xenofobia. La caza de brujas. La intolerancia. El rechazo al extranjero, el menoscabo del diferente. Vienen a quitarnos el trabajo; sin recordar la salvedad de que es el laboro que no queremos, el que decidimos que hicieran otros. Ahora cuando ya no hay pastel, cuando no vemos ni migajas, reclamamos nuestra porción.
El obrero votando a la derecha. Comulgando con ella. Repudian la revolución del proletariado, abjuran de la conciencia de clase, pero se echan sin rubor en brazos del capitalismo en su versión más devastadora, la que nos ha traído esta crisis. Ni siquiera se busca el atajo ilustrado del todo para el pueblo sin el pueblo, se echan en brazos de aquellos que predican el todo lo del pueblo pero sin el pueblo.
Ya no hay romanticismo para vender el alma al diablo. Cambian a Goethe por un Díaz Ferrán cualquiera y delatarían al hijo del hombre por un tercio de aquellas 30 monedas de plata, incluso por nada con tal de contentar al patrón.
Pararía el mundo y me bajaría, sólo que ya no podría volver a subir. Ese sí que sería un alto precio a pagar. Demasiado arroz para tan poco pollo. Y mucho más para un gato, que ni liga con arroz ni engulle los señuelos de los salvapatrias. Dos vueltas más al farol y me voy a mi casa.
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