Es inevitable recurrir a la cinegética para abordar este asunto, por la afición reconocida del juez Garzón a la caza y por la condición que le han otorgado sus numerosos enemigos de pieza a abatir.
Hasta la fecha el archiconocido magistrado jiennense ha escapado de las escopetas y de los repetidos intentos de darle caza, pese a la insistencia y la posición de privilegio de estos avezados cazadores, que no dudan ni dudarán en utilizar cualquier método para derribar a tan codiciada pieza.
Lo lamentable en esta ocasión es la munición escogida, pese a la opinión respetable pero interesada y absolutamente errónea de algunos medios de comunicación como El Mundo (ver editorial del 28 de Mayo de 2009, “No se trata del franquismo, sino de cumplir la ley”). No es baladí que la querella por prevaricación contra el juez Garzón verse sobre los represaliados y asesinados de la Guerra Civil española y los responsables de esa represión y asesinatos. Del mismo modo que no se puede obviar la adscripción ideológica del querellante, cabeza visible del sindicato (sic) Manos Limpias y ex cargo del partido ultraderechista Fuerza Nueva, y lo que es más censurable y desde luego sospechoso, la del propio juez del Tribunal Supremo, Adolfo Prego, firmante de la admisión a trámite de la querella por prevaricación, que ha manifestado públicamente su oposición a la Ley de la Memoria Histórica y que, según publica El País en su edición de hoy, 29 de Mayo de 2009, es el patrono de honor de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES), afín a Manos Limpias.
El mensaje es claro. Triste y claro. Ni dignidad, ni justicia para los represaliados del franquismo y sus familias. Hasta el citado editorial de El Mundo no duda en afirmar que “La secuencia de los hechos protagonizados por Garzón en su disparatada «causa general contra el franquismo» deja pocas dudas acerca de su proceder. El magistrado impulsó la instrucción pese a las advertencias de la Fiscalía de la Audiencia Nacional de que los delitos investigados no eran de su competencia, sino de los tribunales territoriales. El Ministerio Público dejó claro que no podía imputarse a nadie por genocidio o crímenes de lesa humanidad por hechos acontecidos en los años 30, cuando esos delitos no estaban tipificados. Además indicó que, en cualquier caso, esos crímenes estarían prescritos según el Código Penal vigente, ya que fueron cometidos hace más de 60 años, y que -para colmo-, al pretender juzgar aquellos sucesos, el juez estaba vulnerando también la Ley de Amnistía de 1977”. Y todo ello aún a sabiendas de que los crímenes contra la humanidad no prescriben y que la legislación española convive con la legislación y la jurisprudencia internacional.
La codicia de los cazadores y el olor de la sangre han provocado que muchos se froten las manos. Manos vacías de facturas, manos cogidas en la masa, manos amigas del dinero sucio… manos que aplauden la imputación del juez Garzón y a la par festejan a sus propios imputados por la Justicia en procesos de corrupción. Ninguna mano blanca.
A estas alturas me parece innecesario recordar que la ley obliga a todos por igual, incluidos los jueces Y eso es algo que no sólo afecta al juez Garzón, pues también afecta o debería afectar al magistrado Prego.
Desconozco si algunas actuaciones van encaminadas a la obtención de tres minutos de gloria o a la alabanza y el reconocimiento de los viejos camaradas. Pero sustentar esa búsqueda a costa del sufrimiento de los vivos y de negar la justicia y la dignidad a los muertos retrata sin margen para el equívoco la miseria humana.
Hasta la fecha el archiconocido magistrado jiennense ha escapado de las escopetas y de los repetidos intentos de darle caza, pese a la insistencia y la posición de privilegio de estos avezados cazadores, que no dudan ni dudarán en utilizar cualquier método para derribar a tan codiciada pieza.
Lo lamentable en esta ocasión es la munición escogida, pese a la opinión respetable pero interesada y absolutamente errónea de algunos medios de comunicación como El Mundo (ver editorial del 28 de Mayo de 2009, “No se trata del franquismo, sino de cumplir la ley”). No es baladí que la querella por prevaricación contra el juez Garzón verse sobre los represaliados y asesinados de la Guerra Civil española y los responsables de esa represión y asesinatos. Del mismo modo que no se puede obviar la adscripción ideológica del querellante, cabeza visible del sindicato (sic) Manos Limpias y ex cargo del partido ultraderechista Fuerza Nueva, y lo que es más censurable y desde luego sospechoso, la del propio juez del Tribunal Supremo, Adolfo Prego, firmante de la admisión a trámite de la querella por prevaricación, que ha manifestado públicamente su oposición a la Ley de la Memoria Histórica y que, según publica El País en su edición de hoy, 29 de Mayo de 2009, es el patrono de honor de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES), afín a Manos Limpias.
El mensaje es claro. Triste y claro. Ni dignidad, ni justicia para los represaliados del franquismo y sus familias. Hasta el citado editorial de El Mundo no duda en afirmar que “La secuencia de los hechos protagonizados por Garzón en su disparatada «causa general contra el franquismo» deja pocas dudas acerca de su proceder. El magistrado impulsó la instrucción pese a las advertencias de la Fiscalía de la Audiencia Nacional de que los delitos investigados no eran de su competencia, sino de los tribunales territoriales. El Ministerio Público dejó claro que no podía imputarse a nadie por genocidio o crímenes de lesa humanidad por hechos acontecidos en los años 30, cuando esos delitos no estaban tipificados. Además indicó que, en cualquier caso, esos crímenes estarían prescritos según el Código Penal vigente, ya que fueron cometidos hace más de 60 años, y que -para colmo-, al pretender juzgar aquellos sucesos, el juez estaba vulnerando también la Ley de Amnistía de 1977”. Y todo ello aún a sabiendas de que los crímenes contra la humanidad no prescriben y que la legislación española convive con la legislación y la jurisprudencia internacional.
La codicia de los cazadores y el olor de la sangre han provocado que muchos se froten las manos. Manos vacías de facturas, manos cogidas en la masa, manos amigas del dinero sucio… manos que aplauden la imputación del juez Garzón y a la par festejan a sus propios imputados por la Justicia en procesos de corrupción. Ninguna mano blanca.
A estas alturas me parece innecesario recordar que la ley obliga a todos por igual, incluidos los jueces Y eso es algo que no sólo afecta al juez Garzón, pues también afecta o debería afectar al magistrado Prego.
Desconozco si algunas actuaciones van encaminadas a la obtención de tres minutos de gloria o a la alabanza y el reconocimiento de los viejos camaradas. Pero sustentar esa búsqueda a costa del sufrimiento de los vivos y de negar la justicia y la dignidad a los muertos retrata sin margen para el equívoco la miseria humana.
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