Corren malos tiempos para el sector. Aunque eso no sea cierto del todo, porque hay algunas empresas del sector (SOS, Mercadona) que no sólo han propiciado la mala bonanza del mismo como estrategia para controlarlo, sino que se frotan las manos al ver como el aceite ronda el precio de 1’60 euros el kilo; una tendencia que situará el coste de la producción por encima del precio de venta del producto. (Que no se engañen los consumidores, cuando el control sea real el precio volverá a subir para garantizar la rentabilidad del cultivo y la inversión en explotaciones extensivas de regadío).
La realidad es que corren malos tiempos para una parte del sector y fundamentalmente, para la cuna del aceite y para los aceituneros altivos de Miguel Hernández. La etiqueta de primer productor mundial, de principal productor, no vende, no aporta réditos suficientes para planificar el futuro, quizás porque ya es tarde para el futuro y no son los que tienen las manos encallecidas, la frente arrugada y la tez morena por el sol de la tierra de olivos y piedras lunares los que diseñarán o protagonizarán ese futuro, que engullirá a no pocos de ellos. Tampoco los ‘señoritos’, los descendientes de los caciques del XIX (por sangre o por obra), grandes o medianos latifundistas, podrán seguir viviendo del aceite de oliva, aunque para ellos el mal siempre es y será menor; darán otro uso a sus predios y buscarán otro yacimiento para que la bolsa de las monedas siga engordando.
No se levantará brava, aunque intenta asomar la cabeza coincidiendo con la celebración de la 14 edición de la principal feria del sector, Expoliva, Feria internacional del Aceite de Oliva e Industrias Afines. Una feria que este año coincide en el tiempo con la Feria del Libro y la I Feria de Artesanía Andaluza.
Si para una pequeña capital de provincia una feria altera su rutina, su devenir, qué decir cuando coinciden 3 ferias a la vez. Algunos piensan que una feria permite además de la exposición y promoción de los productos y el negocio que nos vean fuera; yo pienso lo contrario, que nos permite ver a los de fuera. Y escucharles. A aceituneros menos poéticos que los nuestros, a investigadores, a cocineros… y a escritores, como Fernando G. Delgado, que aprovechando su participación en la del Libro ha visitado Expoliva, para glosar el aceite de oliva y el vino. Dos placeres al paladar, unidos en esta ocasión por el arte de las palabras.
Y sin embargo, al margen de este panorama sin esperanza, son tiempos de aceite de oliva. El óleo que baña el Mediterráneo, como el mismo mar (España, Italia, Túnez, Grecia…). Y los olivos dibujando el paisaje, con su condición milenaria y telúrica.
Un aceite de oliva presentado como producto de calidad, bajo denominación de origen, con valor ecológico y medioambiental, básico en la dieta mediterránea y saludable. A lo que se une la posibilidad energética de los residuos del olivo como generador de biomasa y por tanto, como biocombustible (Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica, I+D+I). ¿Una apuesta de futuro?
Ojalá que sea sólo mi desesperanza la negación de ese futuro y vengan nuevos días de aceite y olivar.
Jaén, levántate brava/sobre tus piedras lunares,/no vayas a ser esclava/con todos tus olivares./Dentro de la claridad/del aceite y sus aromas,/indican tu libertad/la libertad de tus lomas.
“Aceituneros”, Miguel Hernández (1936-1937).
La realidad es que corren malos tiempos para una parte del sector y fundamentalmente, para la cuna del aceite y para los aceituneros altivos de Miguel Hernández. La etiqueta de primer productor mundial, de principal productor, no vende, no aporta réditos suficientes para planificar el futuro, quizás porque ya es tarde para el futuro y no son los que tienen las manos encallecidas, la frente arrugada y la tez morena por el sol de la tierra de olivos y piedras lunares los que diseñarán o protagonizarán ese futuro, que engullirá a no pocos de ellos. Tampoco los ‘señoritos’, los descendientes de los caciques del XIX (por sangre o por obra), grandes o medianos latifundistas, podrán seguir viviendo del aceite de oliva, aunque para ellos el mal siempre es y será menor; darán otro uso a sus predios y buscarán otro yacimiento para que la bolsa de las monedas siga engordando.
No se levantará brava, aunque intenta asomar la cabeza coincidiendo con la celebración de la 14 edición de la principal feria del sector, Expoliva, Feria internacional del Aceite de Oliva e Industrias Afines. Una feria que este año coincide en el tiempo con la Feria del Libro y la I Feria de Artesanía Andaluza.
Si para una pequeña capital de provincia una feria altera su rutina, su devenir, qué decir cuando coinciden 3 ferias a la vez. Algunos piensan que una feria permite además de la exposición y promoción de los productos y el negocio que nos vean fuera; yo pienso lo contrario, que nos permite ver a los de fuera. Y escucharles. A aceituneros menos poéticos que los nuestros, a investigadores, a cocineros… y a escritores, como Fernando G. Delgado, que aprovechando su participación en la del Libro ha visitado Expoliva, para glosar el aceite de oliva y el vino. Dos placeres al paladar, unidos en esta ocasión por el arte de las palabras.
Y sin embargo, al margen de este panorama sin esperanza, son tiempos de aceite de oliva. El óleo que baña el Mediterráneo, como el mismo mar (España, Italia, Túnez, Grecia…). Y los olivos dibujando el paisaje, con su condición milenaria y telúrica.
Un aceite de oliva presentado como producto de calidad, bajo denominación de origen, con valor ecológico y medioambiental, básico en la dieta mediterránea y saludable. A lo que se une la posibilidad energética de los residuos del olivo como generador de biomasa y por tanto, como biocombustible (Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica, I+D+I). ¿Una apuesta de futuro?
Ojalá que sea sólo mi desesperanza la negación de ese futuro y vengan nuevos días de aceite y olivar.
Jaén, levántate brava/sobre tus piedras lunares,/no vayas a ser esclava/con todos tus olivares./Dentro de la claridad/del aceite y sus aromas,/indican tu libertad/la libertad de tus lomas.
“Aceituneros”, Miguel Hernández (1936-1937).
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