Dicen que los números son fríos. Y también dicen que los responsables de los números no tienen corazón ni conciencia. Afirman que para ellos son sólo eso, números, estadísticas, y que olvidan que detrás de cada número hay una vida, una persona.
Yo pienso que eso no es cierto. Quizás algunos tengan dificultades para ver más allá de los números, para ponerles una cara. Pero estoy convencido de que al final lo hacen. Sobre todo si los números son los del paro y como se ha sabido hoy superan los 4 millones.
Somos demasiados para no vernos. Un exceso. Para ponernos cara basta con salir a la calle y mirar alrededor, al vecino, a quien compra el pan, a quien va a recoger a sus hijos al colegio, a quien está en la parada del autobús… cualquiera de ellos puede ser un sin empleo. No se necesita mucho, de hecho no se necesita nada más que un revés de la vida y ¡zas! te quedas sin laboro. Ni ajustarse a un perfil, ni tener una formación específica, ni idiomas, ni don de gentes, nada de nada, ni siquiera tienes que opositar, te toca y se acabó. Porque hay crisis o porque no la hay, porque ese día era lluvioso y salió el sol, porque… Sin remisión, a la fila de los desheredados.
Pero 4 millones ¡y subiendo! me siguen pareciendo demasiados ¿cómo funciona un país con 4.010.700 sin empleo oficiales camino de los 5 millones? ¿cómo funciona un país con una tasa de desempleo del 17,36 por ciento (más del doble de la tasa de desempleo de la eurozona)?
Y además, me parece peligroso. La excusa perfecta para los predicadores de nuevo cuño; esos que encuentran la solución en seguir apretando sin ahogar el gaznate de los que viven en la cuerda floja o de los que han caído sin red.
Yo empiezo a sentir la presión en mi traquea y también comienzo a tener ciertas dificultades para respirar. Pero, ingenuo de mí, pensaba que era cosa de alergias, del exceso de polen y gramíneas en suspensión.
Yo pienso que eso no es cierto. Quizás algunos tengan dificultades para ver más allá de los números, para ponerles una cara. Pero estoy convencido de que al final lo hacen. Sobre todo si los números son los del paro y como se ha sabido hoy superan los 4 millones.
Somos demasiados para no vernos. Un exceso. Para ponernos cara basta con salir a la calle y mirar alrededor, al vecino, a quien compra el pan, a quien va a recoger a sus hijos al colegio, a quien está en la parada del autobús… cualquiera de ellos puede ser un sin empleo. No se necesita mucho, de hecho no se necesita nada más que un revés de la vida y ¡zas! te quedas sin laboro. Ni ajustarse a un perfil, ni tener una formación específica, ni idiomas, ni don de gentes, nada de nada, ni siquiera tienes que opositar, te toca y se acabó. Porque hay crisis o porque no la hay, porque ese día era lluvioso y salió el sol, porque… Sin remisión, a la fila de los desheredados.
Pero 4 millones ¡y subiendo! me siguen pareciendo demasiados ¿cómo funciona un país con 4.010.700 sin empleo oficiales camino de los 5 millones? ¿cómo funciona un país con una tasa de desempleo del 17,36 por ciento (más del doble de la tasa de desempleo de la eurozona)?
Y además, me parece peligroso. La excusa perfecta para los predicadores de nuevo cuño; esos que encuentran la solución en seguir apretando sin ahogar el gaznate de los que viven en la cuerda floja o de los que han caído sin red.
Yo empiezo a sentir la presión en mi traquea y también comienzo a tener ciertas dificultades para respirar. Pero, ingenuo de mí, pensaba que era cosa de alergias, del exceso de polen y gramíneas en suspensión.
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