No conozco curandero alguno que haya solicitado el carné de médico. Y tampoco organización profesional médica que dé carné de médico a curanderos. Normal, me dirán, cómo van a dar un carné de médico a quien no es médico. Pues esta normalidad evidente no es válida cuando en lugar de hablar de médicos, hablamos de periodistas.
La precariedad laboral y el intrusismo son las dos principales lacras del periodismo en España. En 2008, según el observatorio de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), unos 1.800 periodistas perdieron el trabajo, aunque la cifra real bien puede rondar los 3.000 empleos perdidos. Las previsiones para 2009, lejos de mejorar, apuntan a una pérdida en el sector de entre 3.000 y 5.000 puestos de trabajo.
Ante esta realidad y este panorama a algunos lo que les preocupa es que a varios intrusos en la profesión la citada FAPE les haya denegado el carné de periodista. Es decir que, como por desgracia han hecho numerosas asociaciones de prensa provinciales, en lugar de denunciar el intrusismo profesional se consolida la condición del intruso con un carné de periodista que a todas luces no debería recibir. Como casi siempre el hecho adquiere más relevancia cuando los intrusos son familiares de… o trabajan en potentes grupos de comunicación, como en los casos de Ignacio Escolar (ex director de Público) y Borja Bergareche (grupo Vocento), [según recoge el portal prnoticias], dos personas que han trabajado y trabajan como periodistas sin tener la titulación de periodista y a los que ha sido denegado el carné. Si no fuese por la situación del sector hasta resultaría gracioso que el principal argumento esgrimido en su favor sea su dilatada trayectoria en los medios de comunicación, es decir, tratar de consolidar su condición de intruso por el tiempo que llevan aprovechando esa condición de intrusismo profesional.
La gama de intrusos es muy variada, desde los licenciados en otras disciplinas que por la circunstancia que sea han decidido ejercer la profesión de periodista sin la titulación correspondiente, a personas sin cualificación o formación alguna o personas con una determinada categoría profesional, como por ejemplo los locutores en RTVE, que tras modificaciones en la empresa acababan convirtiéndose en supuestos periodistas, porque de facto realizaban las funciones que competen a éstos. Conscientemente voy a dejar al margen a todo ese batiburrillo de opinadores y nuevas estrellas de la televisión, producto en muchos casos de sus 3 minutos de gloria televisiva por asuntos ajenos al periodismo.
Es cierto que las facultades de Periodismo colocan en el mercado más periodistas de los que éste puede absorber. Y éste si es un asunto serio que deberían abordar las organizaciones profesionales de periodistas. Pero también es cierto que mientras muchos jóvenes emplean 5 años de su vida para obtener la titulación que ‘en teoría’ debería garantizarles el acceso a la profesión periodística, realizan prácticas y cursan estudios de postgrado, otros acceden a la profesión por la puerta de atrás, sin la cualificación adecuada y ocupando esos puestos de trabajo que por titulación corresponden o deberían corresponder a los periodistas. No imagino a ningún estudiante de Medicina en la facultad o realizando el MIR preocupado porque su puesto lo vaya a ocupar un curandero.
No estaría de más que reflexionemos sobre porqué acudimos al médico en lugar de a un matasanos y sin embargo, no parece preocuparnos que nuestro derecho a la información (rigurosa, veraz…) esté en ocasiones en manos de aficionados y no de periodistas.
La precariedad laboral y el intrusismo son las dos principales lacras del periodismo en España. En 2008, según el observatorio de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), unos 1.800 periodistas perdieron el trabajo, aunque la cifra real bien puede rondar los 3.000 empleos perdidos. Las previsiones para 2009, lejos de mejorar, apuntan a una pérdida en el sector de entre 3.000 y 5.000 puestos de trabajo.
Ante esta realidad y este panorama a algunos lo que les preocupa es que a varios intrusos en la profesión la citada FAPE les haya denegado el carné de periodista. Es decir que, como por desgracia han hecho numerosas asociaciones de prensa provinciales, en lugar de denunciar el intrusismo profesional se consolida la condición del intruso con un carné de periodista que a todas luces no debería recibir. Como casi siempre el hecho adquiere más relevancia cuando los intrusos son familiares de… o trabajan en potentes grupos de comunicación, como en los casos de Ignacio Escolar (ex director de Público) y Borja Bergareche (grupo Vocento), [según recoge el portal prnoticias], dos personas que han trabajado y trabajan como periodistas sin tener la titulación de periodista y a los que ha sido denegado el carné. Si no fuese por la situación del sector hasta resultaría gracioso que el principal argumento esgrimido en su favor sea su dilatada trayectoria en los medios de comunicación, es decir, tratar de consolidar su condición de intruso por el tiempo que llevan aprovechando esa condición de intrusismo profesional.
La gama de intrusos es muy variada, desde los licenciados en otras disciplinas que por la circunstancia que sea han decidido ejercer la profesión de periodista sin la titulación correspondiente, a personas sin cualificación o formación alguna o personas con una determinada categoría profesional, como por ejemplo los locutores en RTVE, que tras modificaciones en la empresa acababan convirtiéndose en supuestos periodistas, porque de facto realizaban las funciones que competen a éstos. Conscientemente voy a dejar al margen a todo ese batiburrillo de opinadores y nuevas estrellas de la televisión, producto en muchos casos de sus 3 minutos de gloria televisiva por asuntos ajenos al periodismo.
Es cierto que las facultades de Periodismo colocan en el mercado más periodistas de los que éste puede absorber. Y éste si es un asunto serio que deberían abordar las organizaciones profesionales de periodistas. Pero también es cierto que mientras muchos jóvenes emplean 5 años de su vida para obtener la titulación que ‘en teoría’ debería garantizarles el acceso a la profesión periodística, realizan prácticas y cursan estudios de postgrado, otros acceden a la profesión por la puerta de atrás, sin la cualificación adecuada y ocupando esos puestos de trabajo que por titulación corresponden o deberían corresponder a los periodistas. No imagino a ningún estudiante de Medicina en la facultad o realizando el MIR preocupado porque su puesto lo vaya a ocupar un curandero.
No estaría de más que reflexionemos sobre porqué acudimos al médico en lugar de a un matasanos y sin embargo, no parece preocuparnos que nuestro derecho a la información (rigurosa, veraz…) esté en ocasiones en manos de aficionados y no de periodistas.
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