jueves, 23 de abril de 2009

El dragón, el libro y la rosa

La celebración de Sant Jordi, el día del libro y la rosa, es hoy conocida universalmente. Hubo un tiempo en que no era así y la tradición se circunscribía únicamente a Cataluña. Existían las ferias del libro, pero no esa costumbre de regalar libro y rosa.
Yo siempre asocié San Jordi (San Jorge) al dragón. De ahí que cuando oí hablar por primera vez de Sant Jordi, el libro y la rosa implicó para mí sobrepasar el significado real de la celebración.
El dragón representa el mal; y la mezcla de fuego y libros sugiere imágenes terribles, asociadas con momentos históricos de intolerancia, totalitarismo, persecución y con la ignorancia. La rosa era una metáfora: la pureza, como sinónimo de lo bello y lo natural, pervive o renace de las cenizas. Un mensaje de esperanza.
El paso de los años me ha hecho comprender que los dragones siguen habitando en cuevas propias y ajenas y que cada vez hay menos caballeros como San Jorge dispuestos a luchar contra el dragón; en ocasiones simplemente porque está mal visto.
Del mismo modo comprendo que los libros renacen como aves fénix, aunque no todos albergan rosas en su interior. Algunos dan cobijo al dragón, en forma de autor o de lector. O ambas. Aún así, entre la pluma y la espada, yo elijo la pluma. Derrotar al dragón con la pluma. Ése si sería un buen libro. De ficción. O real.

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