Hoy, 25 de abril, es el aniversario de la revolución más hermosa. La que puso fin a la dictadura de Salazar y su Estado Novo en Portugal, allá por 1974; una dictadura que había sobrevivido al dictador fallecido 4 años antes.
En esta revolución que nació con los acordes de una canción, “Grândola, Vila Morena”, de José Afonso, la flor de abril brotó de casas, esquinas y aceras para acallar las armas, para convertir cañones en floreros y para unir a los portugueses, civiles y militares, contra las miserias de la dictadura más longeva de Europa y sus sueños colonialistas en Mozambique y Angola.
A pesar de la petición de los militares del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), opositor al régimen, para que los ciudadanos permanecieran en sus casas, los lisboetas tomaron las calles y se unieron a los militares en la Marcha de las Flores. Un manto de claveles borró fusiles y tanques y alumbró una revolución incruenta. De aquellos claveles floreció una democracia.
No hay revolución en la historia que ofrezca una imagen más hermosa y más explícita que la de los soldados recibiendo claveles de sus conciudadanos para engalanar uniformes y armas. En la segunda mitad del siglo XX hubo otras revoluciones, como la de los barbudos en Cuba o la de los hijos de Sandino en Nicaragüa, pero ninguna fue tan hermosa como la portuguesa.
Decía Gabriel Celaya que "la poesía es un arma cargada de futuro", qué decir de un ramo de claveles.
En esta revolución que nació con los acordes de una canción, “Grândola, Vila Morena”, de José Afonso, la flor de abril brotó de casas, esquinas y aceras para acallar las armas, para convertir cañones en floreros y para unir a los portugueses, civiles y militares, contra las miserias de la dictadura más longeva de Europa y sus sueños colonialistas en Mozambique y Angola.
A pesar de la petición de los militares del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), opositor al régimen, para que los ciudadanos permanecieran en sus casas, los lisboetas tomaron las calles y se unieron a los militares en la Marcha de las Flores. Un manto de claveles borró fusiles y tanques y alumbró una revolución incruenta. De aquellos claveles floreció una democracia.
No hay revolución en la historia que ofrezca una imagen más hermosa y más explícita que la de los soldados recibiendo claveles de sus conciudadanos para engalanar uniformes y armas. En la segunda mitad del siglo XX hubo otras revoluciones, como la de los barbudos en Cuba o la de los hijos de Sandino en Nicaragüa, pero ninguna fue tan hermosa como la portuguesa.
Decía Gabriel Celaya que "la poesía es un arma cargada de futuro", qué decir de un ramo de claveles.
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