“Siempre he procurado vivir en mi torre de marfil. Pero una marea de mierda bate ahora sus muros hasta el punto de derrumbarla”. Cito a Manuel Rivas (en el acto de apoyo al juez Baltasar Garzón celebrado el pasado sábado en Jaén), quien a su vez cita a Flaubert.
Rivas toma la cita de una epístola de noviembre de 1872, enviada por Gustave Flaubert a Iván Turguéniev, en la que el escritor francés también escribe “La Estupidez pública me desborda” y “El desconcierto de la Burguesía es tal, que ni siquiera tiene el instinto de defenderse.- Y lo que venga será peor. Tengo la misma tristeza que tenían los patriotas romanos en el siglo cuarto. Siento ascender del fondo de la tierra una irremediable barbarie. Espero haber reventado antes de que esa barbarie se lo haya llevado todo. Pero, mientras tanto, no es muy divertido. Nunca los intereses del espíritu han importado menos. Nunca el odio a cualquier grandeza, el desdén por lo bello, la aversión, en fin, a la literatura han sido tan palpables”.
“Una marea de mierda”, “la Estupidez pública” y “una irremediable barbarie”… ¿la vigencia de los clásicos o la reiteración de la historia? Quizás ambas cosas.
Nunca he sido partidario de vivir en torres de marfil. Ni de cerrar puertas y arrojar las llaves al vacío. Aunque entiendo que la tentación sea grande y que en cierta medida, muchos anhelan esa torre de marfil y otros viven cautivos de sí mismos. Tampoco pretendo discernir entre los muros de piedra y los muros mentales, las prisiones reales y las imaginarias. Pero si me gustaría incidir en la necesidad de derribar esos muros, individuales y grupales, y no esperar obligatoriamente a que la mierda se convierte en marea o a que la estupidez pública o privada nos desborde.
Sigo construyendo un puente, sin conocimientos de técnica, materiales y fuerza, pero comienzo a familiarizarme con la resistencia y soy consciente y coherente con esa opción frente a cualquier torre de marfil, canto de sirena o sueño de El Dorado.
Nunca cazaría elefantes para arrebatarles sus colmillos, pero cómo desearía que pudiéramos recuperar algo de su memoria y anteponer la dignidad al olvido para derribar los muros.
Rivas toma la cita de una epístola de noviembre de 1872, enviada por Gustave Flaubert a Iván Turguéniev, en la que el escritor francés también escribe “La Estupidez pública me desborda” y “El desconcierto de la Burguesía es tal, que ni siquiera tiene el instinto de defenderse.- Y lo que venga será peor. Tengo la misma tristeza que tenían los patriotas romanos en el siglo cuarto. Siento ascender del fondo de la tierra una irremediable barbarie. Espero haber reventado antes de que esa barbarie se lo haya llevado todo. Pero, mientras tanto, no es muy divertido. Nunca los intereses del espíritu han importado menos. Nunca el odio a cualquier grandeza, el desdén por lo bello, la aversión, en fin, a la literatura han sido tan palpables”.
“Una marea de mierda”, “la Estupidez pública” y “una irremediable barbarie”… ¿la vigencia de los clásicos o la reiteración de la historia? Quizás ambas cosas.
Nunca he sido partidario de vivir en torres de marfil. Ni de cerrar puertas y arrojar las llaves al vacío. Aunque entiendo que la tentación sea grande y que en cierta medida, muchos anhelan esa torre de marfil y otros viven cautivos de sí mismos. Tampoco pretendo discernir entre los muros de piedra y los muros mentales, las prisiones reales y las imaginarias. Pero si me gustaría incidir en la necesidad de derribar esos muros, individuales y grupales, y no esperar obligatoriamente a que la mierda se convierte en marea o a que la estupidez pública o privada nos desborde.
Sigo construyendo un puente, sin conocimientos de técnica, materiales y fuerza, pero comienzo a familiarizarme con la resistencia y soy consciente y coherente con esa opción frente a cualquier torre de marfil, canto de sirena o sueño de El Dorado.
Nunca cazaría elefantes para arrebatarles sus colmillos, pero cómo desearía que pudiéramos recuperar algo de su memoria y anteponer la dignidad al olvido para derribar los muros.
El señor Garzón nunca ha sido santo de mi devoción. Hay algo en él que me inquieta aunque no sabría decidir que es. Pero eso no es óbice para que le reconozca algunos de sus meritos y en esos momentos este a su lado, apoyándolo.
ResponderEliminarLos que vivimos en torres de marfil, aunque en mi caso sea mas bien una jaula de brotes de bambú, contemplamos la feria desde las alturas. Feria que se puede traducir por juego: “El juego de las vanidades” donde unas veces ganan unos y otros pierden.
No te creas que es fácil vivir encerrado en una torre o en una jaula, pues siempre hay el temor de que llegue un príncipe, o sirena, (en mi caso, un oso panda), que nos deshabite y que nos haga cautivos de sí. Quizás pienses que somos pobres de mente o de espíritu por parecer no tener criterio propio o ideales por los que luchar. No te equivoques, Carlos, porque te digo que en todo puente hay al menos un momento en que el esfuerzo es nulo mientras que en un arco de medio punto, la pieza central es la clave. En ambos casos ninguno se mantendría en equilibrio sin los apoyos que los sustentan.
Desconozco la vida del señor Flaubet pero apostaría mi colección de cromos de Locomotoro y del Capitán Trueno a que el señor Rivas no tiene ni idea de lo que es vivir en una torre aunque haya crecido cercano a la más hercúlea.
Besos.
PD.- Y yo nunca tiraria mi llave ni al mar.
Eauphelia, no se por qué te empeñas en hacerme creer que vives alejada del "mundanal ruido". A mí con el juez me pasa lo que a tí, y respecto a tí no pienso, ni siquiera cuestiono, tu mente o tu espíritu. Sí soy consciente de que mi puente es poco sólido y muy vulnerable y me alegra saber que no eras de las que tira las llaves. Un beso.
ResponderEliminarCarlos, por suerte, no todo el mundo se deja llevar por esa estupidez pública que tú comentas. Y eso es lo que marca la diferencia entre unas personas y otras. No tienes que derribar torres de marfil, sino atravesar por ellas como si no existiesen muros....Las limitaciones mentales son el gran problema de las masas, y es que nos dejamos influenciar por cualquier cosa que nos digan. La opinión púlica es muy voluble, hoy eres El Juez Campeador, mañana El Gran impostor...Por desgracia tendemos a actuar así, dejamos de creer en alguien en muy poco tiempo..(que conste que estoy utilizando el plural de modestia).
ResponderEliminarSaludos.
Mónica, no me consuela pensar que hay muchos otros que limitan la estupidez al ámbito privado, pero si tuviera que elegir lo preferiría.
ResponderEliminarUn beso.
Nota.- Imagino la que se hubiera liado aquí si envían al colegio el libro de los alemanes.
Escribes muy bien ¿tienes publicado algo?
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