Hoy se cumplen 71 años de la muerte de Antonio Machado en Colliure (Francia). Siete décadas de ausencia del poeta, que murió pobre, enfermo y derrotado; exilado a consecuencia del golpe de estado militar de 1936.
Machado, junto a Manuel Azaña, presidente de la República Española, cuyos restos descansan también en Francia, en Montauban, por los mismos motivos que los de Machado, y a Federico García Lorca, asesinado en España, en el camino entre Víznar y Alfacar, forma el trío de pérdidas más simbólicas de la Guerra Civil española.
Como es sabido Lorca era y es todos los muertos. Más bien, los desparecidos, los asesinados y sepultados en fosas, pozos y cunetas. Mientras que Azaña y Machado son el símbolo de los vencidos, que no derrotados; una parte de la España del exilio, la que nunca retornó.
70 años es mucho tiempo, para que una vez muerto el dictador y finalizada la dictadura, ningún gobierno democrático español haya movido un dedo para que los restos de Antonio Machado y de Manuel Azaña retornen a suelo español.
No veo dificultad, más bien falta de voluntad y desinterés, en la presentación de una solicitud al gobierno francés, a los departamentos correspondientes, a las Alcaldías de Montauban y Colliure, a quien corresponda, para que los restos de Manuel Azaña y de Antonio Machado sean exhumados y enviados a España para su definitiva sepultura. Del mismo modo que me cuesta creer que sus herederos o los depositarios de sus derechos vayan a negarse al necesario retorno de sus restos a suelo español. Es sabido que Azaña, tras cruzar los Pirineos, expresó su deseo de no volver nunca; un deseo que sin duda iba dirigido a la España de la falta de libertades que trajeron aquellos militares golpistas y no a una España democrática como la de hoy, aunque coronada.
Porque 70 años es mucho tiempo. Más si a él va asociada la noción de justicia. Porque es de justicia poner fin a ese exilio y que los restos del poeta universal que fue y es Antonio Machado descansen en territorio español; del mismo modo que los restos del que probablemente fue el mejor presidente de gobierno de la historia de España.
El regreso definitivo de los restos de Azaña y Machado es una deuda de la actual democracia española con la República, con el orden legal instituido y quebrantado por las armas y un levantamiento ilegal que sumió a España en la oscuridad y la intolerancia durante 40 años, pero sobre todo con los que perdieron la vida, con los que fueron empujados al exilio y al desarraigo, con los vencidos y con todos aquellos que aún hoy, 70 años más tarde continúan esperando una reparación, la devolución de su dignidad, la justicia… más allá de los gestos. Con hechos.
Machado, junto a Manuel Azaña, presidente de la República Española, cuyos restos descansan también en Francia, en Montauban, por los mismos motivos que los de Machado, y a Federico García Lorca, asesinado en España, en el camino entre Víznar y Alfacar, forma el trío de pérdidas más simbólicas de la Guerra Civil española.
Como es sabido Lorca era y es todos los muertos. Más bien, los desparecidos, los asesinados y sepultados en fosas, pozos y cunetas. Mientras que Azaña y Machado son el símbolo de los vencidos, que no derrotados; una parte de la España del exilio, la que nunca retornó.
70 años es mucho tiempo, para que una vez muerto el dictador y finalizada la dictadura, ningún gobierno democrático español haya movido un dedo para que los restos de Antonio Machado y de Manuel Azaña retornen a suelo español.
No veo dificultad, más bien falta de voluntad y desinterés, en la presentación de una solicitud al gobierno francés, a los departamentos correspondientes, a las Alcaldías de Montauban y Colliure, a quien corresponda, para que los restos de Manuel Azaña y de Antonio Machado sean exhumados y enviados a España para su definitiva sepultura. Del mismo modo que me cuesta creer que sus herederos o los depositarios de sus derechos vayan a negarse al necesario retorno de sus restos a suelo español. Es sabido que Azaña, tras cruzar los Pirineos, expresó su deseo de no volver nunca; un deseo que sin duda iba dirigido a la España de la falta de libertades que trajeron aquellos militares golpistas y no a una España democrática como la de hoy, aunque coronada.
Porque 70 años es mucho tiempo. Más si a él va asociada la noción de justicia. Porque es de justicia poner fin a ese exilio y que los restos del poeta universal que fue y es Antonio Machado descansen en territorio español; del mismo modo que los restos del que probablemente fue el mejor presidente de gobierno de la historia de España.
El regreso definitivo de los restos de Azaña y Machado es una deuda de la actual democracia española con la República, con el orden legal instituido y quebrantado por las armas y un levantamiento ilegal que sumió a España en la oscuridad y la intolerancia durante 40 años, pero sobre todo con los que perdieron la vida, con los que fueron empujados al exilio y al desarraigo, con los vencidos y con todos aquellos que aún hoy, 70 años más tarde continúan esperando una reparación, la devolución de su dignidad, la justicia… más allá de los gestos. Con hechos.
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