miércoles, 17 de febrero de 2010

La exhibición de los afectos

Hay afectos que se miden por el coste de una llamada de teléfono o por el envío de un sms o de un correo electrónico, y hay desafectos cuya duración parece eterna y por tanto, son desmedidos. Ambos, afectos y desafectos, pueden ser espontáneos o adquiridos, incluso hereditarios. Algunos son buscados, mientras que los hay que además de parecer imposibles, lo son. Otros se hallan en lugares y personas insospechadas. Y ambos, afectos y desafectos, nos acompañan en vida y en algunos casos más allá de ella.
Para mí ambos pertenecen al espacio de lo privado, aunque trasciendan de ese ámbito porque los exteriorizamos con nuestros actos y comportamiento, quedando patentes y manifiestos, incluso cuando pretendemos lo contrario, es decir, reservarlos para nuestra intimidad.
Otras veces, demasiado numerosas y habituales desde mi punto de vista, esa exteriorización se hace de forma voluntaria y se acompaña de una dosis de exhibicionismo.
Los medios de comunicación han contribuido, con obscenidad diría yo, a que se confunda lo íntimo con lo público y hasta a que se violente lo íntimo. Eso sí con la bien remunerada colaboración de personajes de variada y despectiva calificación que exhiben su intimidad de manera pornográfica, como una mercadería ofertada al mejor postor en el mostrador de lo hediondo.
Esta ostentación de la intimidad convive en los últimos tiempos con otro tipo de exteriorización de afectos que se ha instalado en cualquier entrega de premios. Sin duda, sincera y emotiva, pero también innecesaria y aburrida.
Entiendo que el talento de Fernando Trueba al dedicar su Oscar a Billy Wilder no está al alcance de cualquiera. Del mismo modo que no todos pueden tirar de santoral como Pedro Almodóvar al recibir uno de los suyos. Pero ante carencias, nervios y dudas lo más sencillo y breve parece simplemente dar las gracias y… agur, Ben-Hur.

2 comentarios:

  1. Me aterroriza pensar que este tiempo de absuelto no deseado y que involuntariamente se me ha otorgado termine por sucumbir por desidia ante una programación televisiva hecha especialmente para tarados.

    Tengo la teoría de que muchos de los personajes afamados que acuden a ciertos programas es para vender una historia más o menos guionada de las que muchos se nutren. Y otros, la de los atribulados invisibles en post de sus cinco minutos de gloria, que no dejan de ser meros actores representando un papel. En cualquier caso, todos ellos profesionales del cuento peor o mejor retribuidos. Pero no es preocupante que unos cuantos cuenten ante medio mundo sus miserias y más adyectas intimidades. Lo más terrible es saber que ese medio mundo los sigue y se nutren de esa mierda.

    En realidad en esta entrada no me enteré muy bien si hablabas de afectos, desafectos… o de los Goyas.
    A mi me gustó la peli de la celda, ya no solo por el Tosar a quien considero todo un actorazo a pesar de su apología final al galleguismo revindicando el habla de la amante patria (la despechada de entonces que ahora parece que algunos snobs deban a colocarla en el status que realmente le corresponde y apuntarse el tanto).
    Y del Almodóvar, qué te voy a contar… Nunca fue santo de mi devoción.
    Por lo demás, yo mas que de Ben-Hur, soy de Quo vadis, aunque aun no halle respuesta.
    Qué le quieres, lerda que es una.

    Más bicos.

    ResponderEliminar
  2. Eauphelia, en realidad hablaba de todo eso, pero básicamente de afectos y desafectos. Es que últimamente estoy muy sensible o muy gilipollas. Un beso.

    ResponderEliminar