Un amigo y colega de profesión, Juan Armenteros, presentó el sábado por la noche su primer cortometraje, “Incertidumbre 23/81”, una mirada personal sobre el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981.
A pesar de los años transcurridos, yo recuerdo con nitidez aquel día. Me enteré del golpe en directo. Iba en el autobús, de regreso del instituto en el barrio de la Estrella, por la Avenida del Mediterráneo y oímos en la radio la entrada de Tejero en el Congreso de los Diputados. Me bajé en la parada del Paseo de Reina Cristina, junto a las casas militares, donde entre otros vivía mi tío, militar de extrema derecha, que luego supe ese día se hallaba en Ceuta, celebrando la entrada a caballo de Pavía en las Cortes.
Aquel 23 de febrero fui testigo privilegiado de una tarde noche que algunos como mi amigo y colega Armenteros afirman que “se ha revelado trascendental”. Estuve en el Gobierno militar de Madrid, junto a un amigo, hijo de militar. Como es obvio, no nos dejaron franquear la puerta, pero pudimos hablar con un mando al que conocíamos por ser amigo de mi tío y con el soldado de la puerta. Palpé el entusiasmo del primero ante la noticia del golpe (todavía Milans del Bosch no había sacado los tanques a la calle en Valencia) y la indiferencia y desconocimiento del segundo, que sólo cumplía órdenes en la garita de entrada.
Las noticias se fueron sucediendo: la toma por el ejército de Televisión Española, los movimientos en la Brunete y los tanques en las calles de Valencia. Recuerdo la confusión y la incertidumbre, pero lo de Valencia parecía definitivo. El champán corrió en “Piero”, un café pub ubicado en la esquina de la calle Andrés Torrejón con el Paseo de Reina Cristina, y desde la calle reconocí a algunos de los que brindaban (algunos aún hoy lo niegan). En ese mismo café pub había conocido tiempo atrás al cabo Rosa, un guardia civil cuya voz oímos aquella tarde del 23-F conminando a un cámara de televisión a apagarla y dejar de grabar. Recuerdo también llegar a mi casa y encontrarla a oscuras, y a mi hermana y a una vecina oyendo la radio. Luego, vendría el discurso del Rey… Tras escucharlo, supimos que aquel golpe de Estado no iba a triunfar.
Algo que pude corroborar horas más tarde, en la madrugada, a las puertas del Congreso de los Diputados; en realidad en las inmediaciones de la calle Sevilla, porque la Carrera de San Jerónimo estaba cortada. Para mi sorpresa, pude ver a los “grises” corriendo tras los cachorros (alguno ya talludito) de la extrema derecha; recuerdo un café en la cafetería Hontanares, anómalamente llena a esas horas y en día laborable (era lunes), y como no, a los propios redactores de “El País” repartiendo el periódico a los automovilistas que circulaban por la calle Alcalá. Creo que la Transición, las primeras elecciones democráticas y aquella noche, junto a “El País, “Cambio16”, “Interviú” y “Diario16” son los responsables de que yo eligiera ser periodista.
Al día siguiente no fui al instituto. El golpe había fracasado. Los guardias civiles abandonaban el edificio del Congreso de los Diputados por las ventanas. Antonio Tejero, Ricardo Pardo Zancada y Camilo Menéndez se rendían al general Aramburu Topete. Más tarde sabríamos lo del general Armada, la implicación del civil García Carrés y tantas otras cosas… aunque todavía hoy desconozcamos muchas otras.
Dicen que aquel día triunfó la Democracia. Quizás sea por eso, por lo que mi amigo y colega Juan Armenteros y muchos otros la califican de una “tarde noche trascendental”.
A pesar de los años transcurridos, yo recuerdo con nitidez aquel día. Me enteré del golpe en directo. Iba en el autobús, de regreso del instituto en el barrio de la Estrella, por la Avenida del Mediterráneo y oímos en la radio la entrada de Tejero en el Congreso de los Diputados. Me bajé en la parada del Paseo de Reina Cristina, junto a las casas militares, donde entre otros vivía mi tío, militar de extrema derecha, que luego supe ese día se hallaba en Ceuta, celebrando la entrada a caballo de Pavía en las Cortes.
Aquel 23 de febrero fui testigo privilegiado de una tarde noche que algunos como mi amigo y colega Armenteros afirman que “se ha revelado trascendental”. Estuve en el Gobierno militar de Madrid, junto a un amigo, hijo de militar. Como es obvio, no nos dejaron franquear la puerta, pero pudimos hablar con un mando al que conocíamos por ser amigo de mi tío y con el soldado de la puerta. Palpé el entusiasmo del primero ante la noticia del golpe (todavía Milans del Bosch no había sacado los tanques a la calle en Valencia) y la indiferencia y desconocimiento del segundo, que sólo cumplía órdenes en la garita de entrada.
Las noticias se fueron sucediendo: la toma por el ejército de Televisión Española, los movimientos en la Brunete y los tanques en las calles de Valencia. Recuerdo la confusión y la incertidumbre, pero lo de Valencia parecía definitivo. El champán corrió en “Piero”, un café pub ubicado en la esquina de la calle Andrés Torrejón con el Paseo de Reina Cristina, y desde la calle reconocí a algunos de los que brindaban (algunos aún hoy lo niegan). En ese mismo café pub había conocido tiempo atrás al cabo Rosa, un guardia civil cuya voz oímos aquella tarde del 23-F conminando a un cámara de televisión a apagarla y dejar de grabar. Recuerdo también llegar a mi casa y encontrarla a oscuras, y a mi hermana y a una vecina oyendo la radio. Luego, vendría el discurso del Rey… Tras escucharlo, supimos que aquel golpe de Estado no iba a triunfar.
Algo que pude corroborar horas más tarde, en la madrugada, a las puertas del Congreso de los Diputados; en realidad en las inmediaciones de la calle Sevilla, porque la Carrera de San Jerónimo estaba cortada. Para mi sorpresa, pude ver a los “grises” corriendo tras los cachorros (alguno ya talludito) de la extrema derecha; recuerdo un café en la cafetería Hontanares, anómalamente llena a esas horas y en día laborable (era lunes), y como no, a los propios redactores de “El País” repartiendo el periódico a los automovilistas que circulaban por la calle Alcalá. Creo que la Transición, las primeras elecciones democráticas y aquella noche, junto a “El País, “Cambio16”, “Interviú” y “Diario16” son los responsables de que yo eligiera ser periodista.
Al día siguiente no fui al instituto. El golpe había fracasado. Los guardias civiles abandonaban el edificio del Congreso de los Diputados por las ventanas. Antonio Tejero, Ricardo Pardo Zancada y Camilo Menéndez se rendían al general Aramburu Topete. Más tarde sabríamos lo del general Armada, la implicación del civil García Carrés y tantas otras cosas… aunque todavía hoy desconozcamos muchas otras.
Dicen que aquel día triunfó la Democracia. Quizás sea por eso, por lo que mi amigo y colega Juan Armenteros y muchos otros la califican de una “tarde noche trascendental”.
Noche trascendental para todos los que la vivimos,algunos la recordamos con una nitidez extraordinaria,otros es como si la reflejaran en "un espejo de feria"para deformarla y adaptarla a su actual realidad.
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