Dicen que en España hay tantos entrenadores de fútbol como aficionados al balompié. Ahora además de entrenadores tenemos un considerable número de economistas.
Todos clarividentes. Aunque ninguno alcanzó a ver la crisis que se nos venía encima, hoy todos y cada uno de ellos tienen la solución. Algunos incluso se atreven a plasmarla en un libro, sin tener idea de economía y con las recetas de siempre. Eso sí, sus seguidores, incluso su sucesor, son incapaces de aportar una sola idea para afrontar la crisis, salvo las ya conocidas de despido libre y recortes sociales y privatización de servicios públicos. Y sólo esperan que se mantenga la desgracia de los otros en forma de desempleo para lograr el asalto al poder.
El Gobierno, mil y una torpezas más tarde, tira por la borda la posibilidad de una Europa más social aprovechando su turno en la Presidencia de la UE y se arruga ante el poder financiero. En Davos, Zapatero se olvidó de la Educación para la Ciudadanía y retornó a aquello de la letra con sangre entra.
No me opongo a trabajar 2 años más, pero si me preguntan diré que prefiero trabajar unos cuantos menos y sobre todo hacerlo ahora. Aunque nadie va a preguntar y tampoco ninguno de esos visionarios pueda garantizar lo que ocurrirá dentro de 30 años con las pensiones y pueda justificar porque se hace ahora y no hace un par de años cuando se dibujaba un futuro de pleno empleo (sic) y vivíamos en el limbo de la bonanza económica y el “milagro español”. Tampoco rechazo una reforma laboral que garantice el empleo, respetando los derechos adquiridos y apostando por la conciliación real del laboro y la familia; pero me temo que el objetivo no es ese.
El ministro de Fomento, una rémora con cartera, saca pecho de lata por reducir salario y privilegios a los controladores aéreos, pero nada dice de subir el sueldo al resto, de acabar con los sueldos de la vergüenza por debajo de los 1.000 euros o de que una familia no pueda vivir con un solo sueldo. Tampoco se pronuncia sobre esos maravillosos planes de pensiones de los banqueros como González, que al retirarse en el BBVA cobrará unos 70 millones de euros, mientras los planes de pensiones del común de los mortales apenas arrojan calderilla tras años de contribuciones, o de los privilegios que disfrutan los cargos públicos y representantes políticos como él.
Tengo la sensación de que el sistema productivo y el sistema impositivo siempre se cargan sobre las mismas espaldas y los beneficios se guardan en bolsillos ajenos a ellas. Ya no necesitamos que nos salven, lo deseable sería que levantaran el pie de nuestras cabezas para no hundirnos en la ciénaga.
No recuerdo más motivos en esta etapa democrática para una huelga general y sin embargo, los trabajadores y los sindicatos optan por la anestesia colectiva. Me preguntó dónde y cómo estaremos cuando despertemos.
Todos clarividentes. Aunque ninguno alcanzó a ver la crisis que se nos venía encima, hoy todos y cada uno de ellos tienen la solución. Algunos incluso se atreven a plasmarla en un libro, sin tener idea de economía y con las recetas de siempre. Eso sí, sus seguidores, incluso su sucesor, son incapaces de aportar una sola idea para afrontar la crisis, salvo las ya conocidas de despido libre y recortes sociales y privatización de servicios públicos. Y sólo esperan que se mantenga la desgracia de los otros en forma de desempleo para lograr el asalto al poder.
El Gobierno, mil y una torpezas más tarde, tira por la borda la posibilidad de una Europa más social aprovechando su turno en la Presidencia de la UE y se arruga ante el poder financiero. En Davos, Zapatero se olvidó de la Educación para la Ciudadanía y retornó a aquello de la letra con sangre entra.
No me opongo a trabajar 2 años más, pero si me preguntan diré que prefiero trabajar unos cuantos menos y sobre todo hacerlo ahora. Aunque nadie va a preguntar y tampoco ninguno de esos visionarios pueda garantizar lo que ocurrirá dentro de 30 años con las pensiones y pueda justificar porque se hace ahora y no hace un par de años cuando se dibujaba un futuro de pleno empleo (sic) y vivíamos en el limbo de la bonanza económica y el “milagro español”. Tampoco rechazo una reforma laboral que garantice el empleo, respetando los derechos adquiridos y apostando por la conciliación real del laboro y la familia; pero me temo que el objetivo no es ese.
El ministro de Fomento, una rémora con cartera, saca pecho de lata por reducir salario y privilegios a los controladores aéreos, pero nada dice de subir el sueldo al resto, de acabar con los sueldos de la vergüenza por debajo de los 1.000 euros o de que una familia no pueda vivir con un solo sueldo. Tampoco se pronuncia sobre esos maravillosos planes de pensiones de los banqueros como González, que al retirarse en el BBVA cobrará unos 70 millones de euros, mientras los planes de pensiones del común de los mortales apenas arrojan calderilla tras años de contribuciones, o de los privilegios que disfrutan los cargos públicos y representantes políticos como él.
Tengo la sensación de que el sistema productivo y el sistema impositivo siempre se cargan sobre las mismas espaldas y los beneficios se guardan en bolsillos ajenos a ellas. Ya no necesitamos que nos salven, lo deseable sería que levantaran el pie de nuestras cabezas para no hundirnos en la ciénaga.
No recuerdo más motivos en esta etapa democrática para una huelga general y sin embargo, los trabajadores y los sindicatos optan por la anestesia colectiva. Me preguntó dónde y cómo estaremos cuando despertemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario