sábado, 7 de marzo de 2009

La mirada del poeta

Abro Babelia y me encuentro a Pablo Guerrero, en un reservado al sol. Va a escribir a la cafetería Los Poetas, en un rincón soleado con una reserva no escrita, pero respetada por el dueño y la clientela habitual. Es cantautor y poeta; yo diría que es un resistente.
Al verlo no he podido evitar recordar a otro poeta, a José Hierro. De esa semiolvidada generación del 50, a la que algunos dicen que se adelantó. Otro resistente. Vivía en una calle cercana a la mía y también iba a escribir a un bar. A uno que había enfrente de mi casa. El bar La Moderna. Tenía una gran cristalera a través de la cual se veía el local; una barra larga a la derecha y unas pocas mesas a la izquierda, en una de ellas, pegada a la cristalera, solía sentarse el poeta a escribir.
Y así le suelo recordar, inclinado sobre la mesa, escribiendo. La cabeza pelada y el bigote sobre el labio, triangulando la boca. Pero sobre todo recuerdo su mirada, era una mirada clara y limpia. Y triste.
La última vez que le ví yo ya me había trasladado al Sur. En una escapada a Madrid fui a mi casa. Estaba buscando aparcamiento en las calles cercanas. En mitad de su calle había un coche parado. Su conductora bajó y corrió al portal de enfrente a ayudar a alguien a llegar hasta el coche y a alojarse en su interior. Era él. El poeta con su gorra oscura y marinera. Ya había publicado Cuaderno de Nueva York y había recibido el Cervantes. Fue la última vez que contemplé su mirada.


Inútilmente interrogas desde tus párpados ciegos.¿Qué haces mirando a las nubes,José Hierro?
“Cuanto sé de mí” 1957-1959

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