No puedo evitarlo, a mí el Plan Bolonia me evoca la mortadela, el salami y los espaguetis. Y me recuerda las antiguas movilizaciones estudiantiles, desde la universidad o desde los institutos, que inevitablemente acababan con los manifestantes perseguidos y golpeados por la policía.
Yo no corrí nunca ante los grises. No tenía edad, así que me tocó hacerlo delante de los maderos. Lo justito, no crean que voy a exhibir credenciales anti, como tantos otros hacen ahora frente a la dictadura franquista. Vamos, que no albergo dudas de que si en realidad hubiera habido tanto defensor y luchador por las libertades el régimen habría terminado antes de morir el dictador en la cama. Héroes de salón y alcoba.
Sí recuerdo la época de la Transición. Y aquel chiste gráfico de El Perich, “un policía dispara al aire en una manifestación y mata a un enano”. Y los primeros 1 de Mayo. Mi hermana y yo, a pesar de las regañinas de nuestra madre y sus continuas peticiones-órdenes de que cerrásemos la ventana, nos asomábamos a la galería y veíamos a los manifestantes correr delante de los grises, esconderse en la basílica de Atocha, en los bares cercanos o irrumpir apresuradamente en el metro. Mi madre no nos dejaba salir esa mañana. Ni siquiera a comprar el pan y el periódico. Así que teníamos que esperar a la tarde o al día siguiente para poder bajar a la calle y oír lo que los vecinos y comerciantes contaban sobre la manifestación; ya que sólo disponíamos de los comentarios de mi madre tras, ella sí, bajar a comprar el pan y el periódico. Del mismo modo, en el colegio, yo estudiaba en el San Estanislao de Kostka de Atocha, intercambiábamos información sobre cómo se había vivido la ‘manifa’ en los distintos barrios en los que vivíamos. Era periodismo en estado puro, aunque probablemente a esa edad lo desconocíamos.
Ya en el instituto, cuando los grises transmutaron a maderos, la cosa fue distinta. Teníamos la ilusión, la ingenuidad, la rebeldía y el entusiasmo de la juventud. Gobernaba la UCD y si no recuerdo mal González Seara era el ministro de Universidades y puso sobre la mesa la LAU y el Estatuto de Centros. En mi instituto “La Estrella”, yo era delegado de clase, de hecho lo fui varios años hasta que me aburrí, mantuvimos numerosas reuniones, participamos en manifestaciones e incluso protagonizamos un encierro de varios días, como ahora en la Universidad Central de Barcelona. Los famosos y temidos antidisturbios no fueron al instituto, si lo hizo la policía, pero en una manifestación multitudinaria que arrancó en el Museo del Prado, creánme, tuvieron para todos. Estaban apostados, fuera de la vista, en las calles aledañas y dieron a todo lo que se movía, a los manifestantes, a los que pasaban por allí, a fotógrafos y periodistas, como ayer en Barcelona los mossos d’esquadra. Una vez más, una demostración de brutalidad, barbarie y abuso policial. No sé si es el uniforme el que transforma a quien lo lleva o es que la violencia embriaga, como la velocidad, y no se puede controlar el desmán del brazo con la porra o la escopeta con las balas de goma, los ojos inyectados en sangre y la adrenalina por las nubes. Parece que hay conductas que no cambian nunca.
Y tuvo que ser en la Vía Laietana. El desaparecido y añorado Manuel Vázquez Montalbán decía que cada vez que transitaba por Vía Laietana, se cruzaba de acera para no pasar por la puerta de la comisaría tan activa durante el régimen del general. Similar a la DGS de la Puerta del Sol en Madrid, donde algunos detenidos se apuntaban desde las ventanas al vuelo sin motor o se empeñaban en bucear en la bañera.
Si, parezco el abuelo Cebolleta contando batallitas. Y los estudiantes… como en los viejos tiempos.
Yo no corrí nunca ante los grises. No tenía edad, así que me tocó hacerlo delante de los maderos. Lo justito, no crean que voy a exhibir credenciales anti, como tantos otros hacen ahora frente a la dictadura franquista. Vamos, que no albergo dudas de que si en realidad hubiera habido tanto defensor y luchador por las libertades el régimen habría terminado antes de morir el dictador en la cama. Héroes de salón y alcoba.
Sí recuerdo la época de la Transición. Y aquel chiste gráfico de El Perich, “un policía dispara al aire en una manifestación y mata a un enano”. Y los primeros 1 de Mayo. Mi hermana y yo, a pesar de las regañinas de nuestra madre y sus continuas peticiones-órdenes de que cerrásemos la ventana, nos asomábamos a la galería y veíamos a los manifestantes correr delante de los grises, esconderse en la basílica de Atocha, en los bares cercanos o irrumpir apresuradamente en el metro. Mi madre no nos dejaba salir esa mañana. Ni siquiera a comprar el pan y el periódico. Así que teníamos que esperar a la tarde o al día siguiente para poder bajar a la calle y oír lo que los vecinos y comerciantes contaban sobre la manifestación; ya que sólo disponíamos de los comentarios de mi madre tras, ella sí, bajar a comprar el pan y el periódico. Del mismo modo, en el colegio, yo estudiaba en el San Estanislao de Kostka de Atocha, intercambiábamos información sobre cómo se había vivido la ‘manifa’ en los distintos barrios en los que vivíamos. Era periodismo en estado puro, aunque probablemente a esa edad lo desconocíamos.
Ya en el instituto, cuando los grises transmutaron a maderos, la cosa fue distinta. Teníamos la ilusión, la ingenuidad, la rebeldía y el entusiasmo de la juventud. Gobernaba la UCD y si no recuerdo mal González Seara era el ministro de Universidades y puso sobre la mesa la LAU y el Estatuto de Centros. En mi instituto “La Estrella”, yo era delegado de clase, de hecho lo fui varios años hasta que me aburrí, mantuvimos numerosas reuniones, participamos en manifestaciones e incluso protagonizamos un encierro de varios días, como ahora en la Universidad Central de Barcelona. Los famosos y temidos antidisturbios no fueron al instituto, si lo hizo la policía, pero en una manifestación multitudinaria que arrancó en el Museo del Prado, creánme, tuvieron para todos. Estaban apostados, fuera de la vista, en las calles aledañas y dieron a todo lo que se movía, a los manifestantes, a los que pasaban por allí, a fotógrafos y periodistas, como ayer en Barcelona los mossos d’esquadra. Una vez más, una demostración de brutalidad, barbarie y abuso policial. No sé si es el uniforme el que transforma a quien lo lleva o es que la violencia embriaga, como la velocidad, y no se puede controlar el desmán del brazo con la porra o la escopeta con las balas de goma, los ojos inyectados en sangre y la adrenalina por las nubes. Parece que hay conductas que no cambian nunca.
Y tuvo que ser en la Vía Laietana. El desaparecido y añorado Manuel Vázquez Montalbán decía que cada vez que transitaba por Vía Laietana, se cruzaba de acera para no pasar por la puerta de la comisaría tan activa durante el régimen del general. Similar a la DGS de la Puerta del Sol en Madrid, donde algunos detenidos se apuntaban desde las ventanas al vuelo sin motor o se empeñaban en bucear en la bañera.
Si, parezco el abuelo Cebolleta contando batallitas. Y los estudiantes… como en los viejos tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario