El sueño de la razón produce monstruos. Y Goya lleva ese sueño a sus grabados al agua fuerte, a sus desastres de la guerra y a sus caprichos. Los sueños a veces se convierten en pesadillas; otras, representan deseos, anhelos inalcanzados, y muchas otras, se confunden con la realidad.
En los sueños tienen cabida la fantasía, la alegoría y la vida, la propia y la ajena. En los sueños se plasma un universo íntimo, privado, confidencial. Difícil de interpretar o comprender, a pesar de los intentos de algunos como Freud.
El arte y la literatura siempre han sido y serán un refugio para los sueños y por tanto, un destino para los soñadores. En contadas ocasiones, ambos, arte y literatura, deambulan de la mano por la senda onírica, sin que sueños y soñadores puedan establecer el origen de esa simbiosis.
El sueño de la razón produce monstruos. Y Goya refleja ese sueño en una parte determinada de su obra, sin que sepamos si la sentencia es fruto de esa obra o es la obra fruto de la sentencia.
Algo parecido ocurre con los “Sueños” de Zabaleta. Ese pintor lamentablemente aún poco conocido de Quesada, un pueblecito de Jaén, que también llevó ese sueño de la razón a una treintena de dibujos de agua tinta, marcadamente surrealistas.
Una obra recogida y difundida por Cela en “El Solitario y los Sueños de Quesada”. Una selección de 25 de esos dibujos, donde la mano y la mente de Zabaleta trazan una visión onírica del mundo, el demonio y la carne. Una mirada personal a la que se unen las palabras y la propia mirada de Cela.
Ayer, alcancé uno de esos “Sueños” de Zabaleta. No me atreví a tocarlo con los dedos, pero tuve el privilegio de contemplarlo del mismo modo que lo haría el pintor de Quesada cuanto terminó de dibujarlo.
Ayer volví a Quesada. Volví al Museo Zabaleta. Y aunque tengo motivos para reflexionar sobre esta época de retornos que estoy viviendo y cuyo significado, si es que lo tiene, desconozco; preferí dejar a un lado mis sueños, mis vigilias y mis propios monstruos para disfrutar de nuevo de la obra del maestro.
El lunes pasado, la Diputación de Jaén desempolvó el dibujo “No son dragones, no”, de la serie “Sueños de Quesada”, que dormía en el Instituto de Estudios Giennenses, para cederlo al Museo Zabaleta. Y en la tarde de ayer en esos retornos que no se interpretar, ni comprender, me hallé ante el dibujo y en extraña y anacrónica comunión osé incluso tratar de verlo con los ojos de su autor.
No fue un sueño y sin embargo, ante el “Sueño”, sentí el deseo de soñar; aunque el sueño de la razón produzca monstruos.
Reproducción del "Sueño" descargada de la web de la Fundación Zabaleta, www.fundacionzabaleta.org.
En los sueños tienen cabida la fantasía, la alegoría y la vida, la propia y la ajena. En los sueños se plasma un universo íntimo, privado, confidencial. Difícil de interpretar o comprender, a pesar de los intentos de algunos como Freud.
El arte y la literatura siempre han sido y serán un refugio para los sueños y por tanto, un destino para los soñadores. En contadas ocasiones, ambos, arte y literatura, deambulan de la mano por la senda onírica, sin que sueños y soñadores puedan establecer el origen de esa simbiosis.
El sueño de la razón produce monstruos. Y Goya refleja ese sueño en una parte determinada de su obra, sin que sepamos si la sentencia es fruto de esa obra o es la obra fruto de la sentencia.
Algo parecido ocurre con los “Sueños” de Zabaleta. Ese pintor lamentablemente aún poco conocido de Quesada, un pueblecito de Jaén, que también llevó ese sueño de la razón a una treintena de dibujos de agua tinta, marcadamente surrealistas.
Una obra recogida y difundida por Cela en “El Solitario y los Sueños de Quesada”. Una selección de 25 de esos dibujos, donde la mano y la mente de Zabaleta trazan una visión onírica del mundo, el demonio y la carne. Una mirada personal a la que se unen las palabras y la propia mirada de Cela.
Ayer, alcancé uno de esos “Sueños” de Zabaleta. No me atreví a tocarlo con los dedos, pero tuve el privilegio de contemplarlo del mismo modo que lo haría el pintor de Quesada cuanto terminó de dibujarlo.
Ayer volví a Quesada. Volví al Museo Zabaleta. Y aunque tengo motivos para reflexionar sobre esta época de retornos que estoy viviendo y cuyo significado, si es que lo tiene, desconozco; preferí dejar a un lado mis sueños, mis vigilias y mis propios monstruos para disfrutar de nuevo de la obra del maestro.
El lunes pasado, la Diputación de Jaén desempolvó el dibujo “No son dragones, no”, de la serie “Sueños de Quesada”, que dormía en el Instituto de Estudios Giennenses, para cederlo al Museo Zabaleta. Y en la tarde de ayer en esos retornos que no se interpretar, ni comprender, me hallé ante el dibujo y en extraña y anacrónica comunión osé incluso tratar de verlo con los ojos de su autor.
No fue un sueño y sin embargo, ante el “Sueño”, sentí el deseo de soñar; aunque el sueño de la razón produzca monstruos.
Reproducción del "Sueño" descargada de la web de la Fundación Zabaleta, www.fundacionzabaleta.org.
No hay comentarios:
Publicar un comentario