Todos hemos sentido admiración por alguien en alguna etapa de nuestras vidas. En algunos casos seguimos sintiéndola. Por un personaje histórico, por un familiar, por un amigo… En ocasiones esa admiración llega hasta la idolatría, sin ser conscientes de que también en muchas de esas ocasiones acabamos creando ídolos con los pies de barro.
Por diferentes motivos, esa admiración es uno de nuestros secretos mejor guardados, aunque a veces pese a nuestros esfuerzos por mantenerla oculta es tan evidente que los que están a nuestro alrededor la descubren, a nuestro pesar.
La ocultación resulta pues casi infantil en muchos de esos casos, aunque otras veces se hace desde la consciencia, a sabiendas de que la persona admirada causa rechazo y manifestar en público nuestra admiración hacia ella descubriría lo peor de nosotros mismos.
Sin embargo, existen personas que no tienen el menor reparo en enseñar la patita y declarar en voz alta su admiración por personajes abyectos, despreciables, miserables… como el mismísimo Hitler.
Eso es lo que acaba de hacer el mandamás de la Fórmula 1, el tal Ecclestone. Mostrarnos su lado oscuro, aunque supongo que para él será el perfil bueno. Hasta la fecha pensábamos que el tipo se dedicaba a jugar con cochecitos y a ganar un dineral con ello, pero ahora, tras una entrevista con “The Times”, descubrimos a un politólogo consumado. Elogia a Hitler, defiende los regímenes totalitarios frente a la democracia y propugna como primer británico a Max Mossley, presidente de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), que manipuló su apellido real Osley, pensando así que podría ocultar que su padre era el líder del partido nazi británico. Ya saben el mismo Mossley al que hace poco pillaron en una orgía al más puro estilo de la SS, incluidos uniformes nazis y presas judías.
Pensábamos que el automovilismo era un deporte, donde se corre a velocidad de vértigo y se avanza con paso de gigante en innovación y tecnología. Y ahora descubrimos que sus principales valedores van a velocidad de vértigo con el paso cambiado y que en lugar de mirar al futuro se recrean en un pasado prescindible (que conviene recordar sólo para que no se repita).
Ecclestone y Mossley, vaya derrapada.
Por diferentes motivos, esa admiración es uno de nuestros secretos mejor guardados, aunque a veces pese a nuestros esfuerzos por mantenerla oculta es tan evidente que los que están a nuestro alrededor la descubren, a nuestro pesar.
La ocultación resulta pues casi infantil en muchos de esos casos, aunque otras veces se hace desde la consciencia, a sabiendas de que la persona admirada causa rechazo y manifestar en público nuestra admiración hacia ella descubriría lo peor de nosotros mismos.
Sin embargo, existen personas que no tienen el menor reparo en enseñar la patita y declarar en voz alta su admiración por personajes abyectos, despreciables, miserables… como el mismísimo Hitler.
Eso es lo que acaba de hacer el mandamás de la Fórmula 1, el tal Ecclestone. Mostrarnos su lado oscuro, aunque supongo que para él será el perfil bueno. Hasta la fecha pensábamos que el tipo se dedicaba a jugar con cochecitos y a ganar un dineral con ello, pero ahora, tras una entrevista con “The Times”, descubrimos a un politólogo consumado. Elogia a Hitler, defiende los regímenes totalitarios frente a la democracia y propugna como primer británico a Max Mossley, presidente de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), que manipuló su apellido real Osley, pensando así que podría ocultar que su padre era el líder del partido nazi británico. Ya saben el mismo Mossley al que hace poco pillaron en una orgía al más puro estilo de la SS, incluidos uniformes nazis y presas judías.
Pensábamos que el automovilismo era un deporte, donde se corre a velocidad de vértigo y se avanza con paso de gigante en innovación y tecnología. Y ahora descubrimos que sus principales valedores van a velocidad de vértigo con el paso cambiado y que en lugar de mirar al futuro se recrean en un pasado prescindible (que conviene recordar sólo para que no se repita).
Ecclestone y Mossley, vaya derrapada.
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