En Zelaya con zeta no hay rastro de poesía. Ni siquiera un verso. Y qué decir de Micheletti, que suena a neumático, a goma que mueve los tanques.
Pienso en el 11 de Septiembre de 1973. En Chile. Veo el asalto al Palacio de la Moneda y distingo la dignidad y la infamia.
En Zelaya con zeta y en Micheletti no aprecio dignidad. Tampoco en una parte de la Iglesia que una vez más, como en Chile, como en España y como en demasiados lugares, cede el palio a los usurpadores.
Los últimos días, tras el ruido de los sables y el sonido de las botas en el pavimento, oigo muchas voces y el ladrido de algún perro. Golpe de estado constitucional frente a golpe de estado militar. Enzarzados en un debate entre lo malo y lo menos malo, mientras la posibilidad de una democracia real en Honduras y en tantos otros países hispanoamericanos se diluye en los libros de historia.
Miramos a Lula y a Obama buscando la luz, pero una vez más las armas nos dejan a oscuras. Y en esa oscuridad, perdemos de vista la esperanza.
Pienso en el 11 de Septiembre de 1973. En Chile. Veo el asalto al Palacio de la Moneda y distingo la dignidad y la infamia.
En Zelaya con zeta y en Micheletti no aprecio dignidad. Tampoco en una parte de la Iglesia que una vez más, como en Chile, como en España y como en demasiados lugares, cede el palio a los usurpadores.
Los últimos días, tras el ruido de los sables y el sonido de las botas en el pavimento, oigo muchas voces y el ladrido de algún perro. Golpe de estado constitucional frente a golpe de estado militar. Enzarzados en un debate entre lo malo y lo menos malo, mientras la posibilidad de una democracia real en Honduras y en tantos otros países hispanoamericanos se diluye en los libros de historia.
Miramos a Lula y a Obama buscando la luz, pero una vez más las armas nos dejan a oscuras. Y en esa oscuridad, perdemos de vista la esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario