Vetar a un medio de comunicación, negarse a concederle una entrevista o a participar en un debate, máxime cuando hay una convocatoria electoral, es un error. Y además un déficit democrático.
Se equivoca el candidato del PP en las Elecciones Europeas, el decimonónico Mayor Oreja, al no conceder entrevistas a los medios de comunicación del Grupo Prisa (El País, SER y Cuatro). Y se equivoca no porque sea el grupo Prisa, objetivo number one en la diana del ex presidente Aznar, sino porque atenta contra los derechos de la audiencia de estos medios, de los que leen El País, oyen la SER y ven Cuatro.
Con su veto, el candidato del PP escamotea a un elevado número de votantes la posibilidad de recibir información sobre su candidatura y su programa a través de los medios de comunicación que consume de forma habitual y también hurta esta oportunidad a una audiencia ocasional. Pero además con esta actitud y esta decisión transmite una imagen negativa de su persona y de su candidatura, arroja una sospecha sobre los profesionales de estos medios e incluso sobre la propia audiencia y todo desde un maniqueísmo conceptual o mental alejado de la realidad y cuyo origen posiblemente resida en el hecho de confundir la línea ideológica de un grupo de comunicación o de un medio de comunicación con la de sus profesionales y con la de su audiencia.
En democracia debe primar la palabra, el buen uso de la palabra, y un escenario natural para ese uso son los medios de comunicación. Discriminar a unos medios y por tanto a su audiencia, justificando esta discriminación en problemas de agenda y sin aclarar el criterio por el que se elige a unos medios de comunicación en detrimento de otros, no contribuye a avanzar en la construcción del estado democrático y si a la fragmentación social, al trazado de imaginarias líneas divisorias cuyo resultado desde una perspectiva histórica ya conocemos. Aquí y en el resto de Europa.
Se equivoca el candidato del PP en las Elecciones Europeas, el decimonónico Mayor Oreja, al no conceder entrevistas a los medios de comunicación del Grupo Prisa (El País, SER y Cuatro). Y se equivoca no porque sea el grupo Prisa, objetivo number one en la diana del ex presidente Aznar, sino porque atenta contra los derechos de la audiencia de estos medios, de los que leen El País, oyen la SER y ven Cuatro.
Con su veto, el candidato del PP escamotea a un elevado número de votantes la posibilidad de recibir información sobre su candidatura y su programa a través de los medios de comunicación que consume de forma habitual y también hurta esta oportunidad a una audiencia ocasional. Pero además con esta actitud y esta decisión transmite una imagen negativa de su persona y de su candidatura, arroja una sospecha sobre los profesionales de estos medios e incluso sobre la propia audiencia y todo desde un maniqueísmo conceptual o mental alejado de la realidad y cuyo origen posiblemente resida en el hecho de confundir la línea ideológica de un grupo de comunicación o de un medio de comunicación con la de sus profesionales y con la de su audiencia.
En democracia debe primar la palabra, el buen uso de la palabra, y un escenario natural para ese uso son los medios de comunicación. Discriminar a unos medios y por tanto a su audiencia, justificando esta discriminación en problemas de agenda y sin aclarar el criterio por el que se elige a unos medios de comunicación en detrimento de otros, no contribuye a avanzar en la construcción del estado democrático y si a la fragmentación social, al trazado de imaginarias líneas divisorias cuyo resultado desde una perspectiva histórica ya conocemos. Aquí y en el resto de Europa.
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