Mediodía. Llueve. En el coche suena “Death or Glory” de los Clash. Y eso me hace pensar en Aminatu Haidar. Ha salvado la vida y ha perdido una causa. Bienvenida sea esa vida. No hay gloria en la muerte. En muerte alguna, incluso en la que nos parece heroica.
Continúa lloviendo. El coche que llevo delante va a menos velocidad de la que yo deseo; y la línea continua amarilla me impide adelantar. No me queda más remedio que recibir el agua de la lluvia y la que va echándome ese coche rojo. Deshago los kilómetros recorridos a primera hora de la mañana. Continuo oyendo “London Calling” de The Clash; ya no suena “Death or Glory”. Pero no puedo dejar de dar vueltas a lo mismo.
Algunos, incluidos los saharauis, ven un triunfo en el regreso de Aminatu Haidar, cuando, a mi juicio, sólo hay gloria en que viva. Marruecos ha permitido el regreso de la activista saharaui a cambio de que Naciones Unidas y España le firmen un cheque en blanco para que siga violando los derechos humanos en el Sahara Occidental. No creo que lo necesitara, pero la ONU y nuestro gobierno le han dado el carnet de matón para que imponga su ley en los territorios ocupados del Sahara. Moratinos lo niega, pero la política exterior española ya no es creíble. Carece de fiabilidad. Más si se trata de Marruecos, porque son demasiados esperpentos por parte de los gobiernos españoles: Perejil, Aminatu Haidar… Y porque España es incapaz de resolver bilateralmente sus problemas con el vecino del Sur y queda en evidencia por la gestión del presidente francés y la intervención de la Administración Obama en la resolución de la situación de Haidar. El multilateralismo no es más que la demostración de la incapacidad de dos para entenderse.
El sistema político feudal alauita se ha salido de nuevo con la suya, no sólo en su territorio, sino también en el exterior. Primero, a través de presiones internacionales y con amenazas veladas sobre una hipotética permisividad para facilitar la inmigración ilegal y el trafico de drogas hacia Europa; segundo, agitando su papel de contención del radicalismo islámico en el Magreb, y tercero, logrando que el Parlamento Europeo ni siquiera debatiera una resolución sobre la situación generada por la expulsión de Haidar.
La lluvia sigue cayendo sobre el cristal y observar los limpiaparabrisas desplazando las gotas de esa lluvia me hace pensar en lo efímero. Pienso en la fugacidad, en la propia y en la de Aminatu Haidar y por extensión, en la del pueblo saharaui. 32 días de huelga de hambre, un seguimiento diario de los medios de comunicación y la obligación para Marruecos y los países con intereses en la zona de hablar del Sahara Occidental. Me temo que no hay más, salvo la ilusión y la esperanza de los saharauis.
Yo llego a mi destino, a pesar de la lluvia. Aminatu Haidar lo hace en pocas horas. Llega a El Aaiun, donde le espera otro tipo de lluvia, la del afecto, la alegría y el cariño de su pueblo, y la de los policías marroquíes de paisano en las calles, como símbolo del triunfo del monarca alauita y como aviso de quien impone la ley.
No hay gloria para el pueblo saharaui; sólo muerte, la que le administra Marruecos con la complicidad por omisión de Estados Unidos, Francia y España. Los intereses de estado pesan más que los de las personas, aunque a fin de cuentas sean éstas las que en teoría constituyen los estados.
Continúa lloviendo. El coche que llevo delante va a menos velocidad de la que yo deseo; y la línea continua amarilla me impide adelantar. No me queda más remedio que recibir el agua de la lluvia y la que va echándome ese coche rojo. Deshago los kilómetros recorridos a primera hora de la mañana. Continuo oyendo “London Calling” de The Clash; ya no suena “Death or Glory”. Pero no puedo dejar de dar vueltas a lo mismo.
Algunos, incluidos los saharauis, ven un triunfo en el regreso de Aminatu Haidar, cuando, a mi juicio, sólo hay gloria en que viva. Marruecos ha permitido el regreso de la activista saharaui a cambio de que Naciones Unidas y España le firmen un cheque en blanco para que siga violando los derechos humanos en el Sahara Occidental. No creo que lo necesitara, pero la ONU y nuestro gobierno le han dado el carnet de matón para que imponga su ley en los territorios ocupados del Sahara. Moratinos lo niega, pero la política exterior española ya no es creíble. Carece de fiabilidad. Más si se trata de Marruecos, porque son demasiados esperpentos por parte de los gobiernos españoles: Perejil, Aminatu Haidar… Y porque España es incapaz de resolver bilateralmente sus problemas con el vecino del Sur y queda en evidencia por la gestión del presidente francés y la intervención de la Administración Obama en la resolución de la situación de Haidar. El multilateralismo no es más que la demostración de la incapacidad de dos para entenderse.
El sistema político feudal alauita se ha salido de nuevo con la suya, no sólo en su territorio, sino también en el exterior. Primero, a través de presiones internacionales y con amenazas veladas sobre una hipotética permisividad para facilitar la inmigración ilegal y el trafico de drogas hacia Europa; segundo, agitando su papel de contención del radicalismo islámico en el Magreb, y tercero, logrando que el Parlamento Europeo ni siquiera debatiera una resolución sobre la situación generada por la expulsión de Haidar.
La lluvia sigue cayendo sobre el cristal y observar los limpiaparabrisas desplazando las gotas de esa lluvia me hace pensar en lo efímero. Pienso en la fugacidad, en la propia y en la de Aminatu Haidar y por extensión, en la del pueblo saharaui. 32 días de huelga de hambre, un seguimiento diario de los medios de comunicación y la obligación para Marruecos y los países con intereses en la zona de hablar del Sahara Occidental. Me temo que no hay más, salvo la ilusión y la esperanza de los saharauis.
Yo llego a mi destino, a pesar de la lluvia. Aminatu Haidar lo hace en pocas horas. Llega a El Aaiun, donde le espera otro tipo de lluvia, la del afecto, la alegría y el cariño de su pueblo, y la de los policías marroquíes de paisano en las calles, como símbolo del triunfo del monarca alauita y como aviso de quien impone la ley.
No hay gloria para el pueblo saharaui; sólo muerte, la que le administra Marruecos con la complicidad por omisión de Estados Unidos, Francia y España. Los intereses de estado pesan más que los de las personas, aunque a fin de cuentas sean éstas las que en teoría constituyen los estados.
Y lo triste es que dentro de una semana no se hablará más de Aminatu porque ya no será noticia, los saharauis seguirán estando sometidos y silenciados por la ambición de un dictador loco prepotente y la problemática del Sahara Occidental una vez más será relegada al monte del olvido con el beneplácito de esos compinchados y de nosotros. Si, de nosotros, porque yo me incluyo dentro de esta sociedad decadente cada vez más carente de valores.
ResponderEliminarSi la religión fue, y lo sigue siendo en algunos países, el opio del pueblo, la política es hoy en día como la marijuana… y yo ya hace tiempo que me negué a fumar otra mierda que no fuera… ducados, paquete duro de veinticinco cigarrillos.
En fin, que me trasmites reflexión y serenidad. Bicos.
PS: ¿The Clash? Hmmm. Y yo que pensé que eras más de Johann Sebastian Mastropiero ;)
Eau, no me parece mal tu reflexión y tu serenidad, aunque tampoco me disgusta tu lado guerrero. ¿The Clash? y The Jam. Sí, oigo mucho tipo de música, quizás alguna te sorprendería, pero unos eran de The Beatles, otros de The Rolling Stones y a mi me gustan The Clash. El siguiente disco en el cartucho era Rattle and Hum de U2. Hay muchas músicas y muchos momentos, porque renunciar a ellas. Un beso. Salud.
ResponderEliminar