En la penumbra del callejón la vida no me sonríe, pero aquí sigo. La semana que viene es mi cumpleaños. Me gustaría regalarme la exposición de Bacon en Madrid; pero no va a ser posible, salvo milagro. Y yo no creo en los milagros, tampoco en la casualidad, aunque es probable que exista. Es el sino del sin trabajo. Superávit de tiempo igual a déficit en los bolsillos.
Tampoco creo en recetas mágicas, pero en esto he de confesar que me alcanza la duda. Con la crisis de nunca acabar todo el mundo tira de receta, desde los chef gurús al maitre broker, desde el prime minister o en su defecto el ministro cocinillas hasta el pinche de la oposición y desde el ama de casa hasta el mariano hoy cocino yo. En la teoría, al margen de los agoreros del fin del mundo y del crack, crash, son legión los que adoctrinan desde las ondas, desde el papel, desde la parada del autobús, desde la panadería o en el ascensor. Una pincelada por aquí, un recorte por allá… y esto de la crisis no dura más de seis meses, a lo sumo hasta después del verano.
Y yo dudo. De todo y de nada. Pero el caso es que dudo. De los que nos adoctrinan, de los agoreros, y si me aprietan de uno que pasaba por allí, que no dijo nada pero miró; miró como si supiera más que el resto. Y yo dudé, pero me pareció un banquero.
Al resto, que también somos legión, nos tienen, entre unos y otros aburridos; unos pagando el pato, otros temiendo pagarlo y los más, con las vísceras asomando por la boca. Engordando como el socorrido pato, para acabar en foie. Delicatessen del sistema.
Tampoco creo en recetas mágicas, pero en esto he de confesar que me alcanza la duda. Con la crisis de nunca acabar todo el mundo tira de receta, desde los chef gurús al maitre broker, desde el prime minister o en su defecto el ministro cocinillas hasta el pinche de la oposición y desde el ama de casa hasta el mariano hoy cocino yo. En la teoría, al margen de los agoreros del fin del mundo y del crack, crash, son legión los que adoctrinan desde las ondas, desde el papel, desde la parada del autobús, desde la panadería o en el ascensor. Una pincelada por aquí, un recorte por allá… y esto de la crisis no dura más de seis meses, a lo sumo hasta después del verano.
Y yo dudo. De todo y de nada. Pero el caso es que dudo. De los que nos adoctrinan, de los agoreros, y si me aprietan de uno que pasaba por allí, que no dijo nada pero miró; miró como si supiera más que el resto. Y yo dudé, pero me pareció un banquero.
Al resto, que también somos legión, nos tienen, entre unos y otros aburridos; unos pagando el pato, otros temiendo pagarlo y los más, con las vísceras asomando por la boca. Engordando como el socorrido pato, para acabar en foie. Delicatessen del sistema.
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