lunes, 20 de abril de 2020

Anacronía

Aquí seguimos en el sueño o en la especulación, dependiendo de si no pierdes la esperanza o alimentas el ventilador de la inmundicia, sin noticias del mañana. En esto, como en tantos otros frentes, estoy convencido de que hay una abrumadora mayoría entre los primeros y una ruidosa minoría entre los otros. 
Conscientes de la escasez y ante el patetismo de los mensajes esos otros acuden ahora a las nuevas tecnologías para que les hagan el trabajo sucio y propaguen su particular virus en ese mundo irreal que son las redes sociales. El mismo virus del que se retroalimentan desde la noche de los tiempos; ese que tiene remedio, pero no cura. 
No es nuevo. Ni la mercancía deteriorada que tratan de colar, ni su vieja receta de haz lo que yo diga y no lo que yo haga. Pero en el caldo de cultivo de la ignorancia siempre se mantienen los viejos compradores y se gestan nuevos adeptos. Da igual tras las siglas que se escondan o si visten camisa parda o llevan pistola. Son inconfundibles. 
Aburridos y tristes. Aventajados alumnos en mirar el mundo desde el embudo y en blanco y negro. Escasos de luces, pero repletos de sombras. Encadenados a los prejuicios heredados de sus mayores, luciendo los mismos trapos, amenazando con los mismos palos cruzados y abjurando de la ciencia. Siempre tirando la piedra y escondiendo la mano; la misma que luego alargan sin pudor para recibir la dádiva. 
Las manecillas del reloj les delatan. Apuestan por un futuro que es el ayer y alientan monstruos del pasado que siembran destrucción y odio al compás desafinado de los sables. Anacrónicos y obsoletos, tan impropios como esta pandemia. 
Cuando quieran saber de ellos no los busquen en las noticias del mañana, pasen hacia atrás las hojas del calendario, separen la historia de la propaganda y no se dejen confundir por otras caras y otros nombres. Están allí, siempre han estado allí, incubando el huevo de la serpiente.

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