miércoles, 25 de agosto de 2021

Ha muerto Charlie Watts

Hubo un tiempo en que escribía en la madrugada desde la 204 contemplando la plaza con la fuente, los árboles y al fondo la catedral, hasta que se apagaban las farolas al amanecer para aturdir la fiebre de la escritura.
Años después me mudé a la 237, a la parte trasera de la Residencia, expulsado por el ruido de los viejos aparatos de aire acondicionado.
Y con la mudanza, poco a poco, fui abandonando el hábito de escribir en la madrugada, porque al día siguiente el cuerpo y los años de acarrearlo pasaban factura. Y porque, además, escribir en el altillo, mirando a la pared, no era comparable a la visión de la plaza mientras los dedos elegían las teclas adecuadas.
Hoy retomo el hábito, quizás de forma momentánea, porque ha muerto Charlie Watts.
Al conocer la noticia algo se ha resquebrajado en mi interior. Y he recordado esa otra noticia leída en un tiempo cercano anunciando que Charlie Watts no participaría en la próxima gira de los Stones. Y ahora, aquello que no era un presagio, ni estaba argumentado, se ha convertido en algo irrefutable.
Desde el adiós prematuro y previsible de Brian Jones y a pesar del historial de adicciones, los Rolling parecían inmortales. De hecho, si los ingleses, tan proclives a las apuestas, hubieran preguntado a quién de los Stones le daríamos más opciones de seguir entre nosotros, todos o casi todos habríamos señalado a Charlie Watts. Y pocos o casi ninguno hubiéramos dado un penique por el pirata de Keith Richard.
No vamos a dramatizar, Charlie tenía 80 años. Pero hoy se ha iniciado la cuenta atrás y esa supuesta inmortalidad ha mutado en vulnerabilidad.
Llevamos dos años de despedida casi diaria de grandes músicos; algunos de ellos adornados con la etiqueta de leyenda, pero los Rolling sobrevivían. Sus Satánicas Majestades o tenían un pacto con el diablo o eran el mismo diablo. Hoy se ha roto el pacto y ha comenzado la inminente cuenta atrás.
Ignoro si las piedras han dejado de rodar o, por el contrario, ruedan a un vertiginoso ritmo de rock hacia el agujero. 
Pero Charlie Watts, que era el equilibrio apenas perceptible tras la batería, ha dado el último redoble. Y temo que ha marcado el paso de la canción definitiva. Eso sí, con la elegancia que siempre le caracterizó.
 

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