viernes, 10 de noviembre de 2017

El amable cortijo de los muertos

Cada primero de noviembre mantenemos la tradición de acudir a los cementerios de la ciudad a platicar con los ausentes y llevarles un presente, mayoritariamente floral.
Yo curso visita en San Eufrasio, ese ejemplo de cementerio decimonónico que fuera en palabras del cronista Rafael Ortega y Sagrista, “amable cortijo de los muertos”. Una amabilidad que se ha convertido hoy en antipatía al contemplar el camposanto y descubrir un escenario más apropiado para el rodaje de una película bélica o apocalíptica que para el descanso de los que se fueron. 
Cada año transcurrido el deterioro es mayor. Y al riesgo que suponen los posibles desprendimientos, las lápidas rotas, las vallas colocadas para acotar esos posibles derrumbes o los panteones ruinosos se une la imagen desoladora de un espacio que al margen de las creencias religiosas debería ser un lugar que invitara al sosiego, al paseo lento, al recuerdo; en cierta medida, ese jardín de la memoria donde parar el tiempo y por un momento, hacerlo retroceder. 
Pero no se hagan ilusiones, aquí solo importan unos muertos, aquellos que sirven y pueden ser utilizados para obtener réditos electorales; los que se colocan encima de la mesa y se cuentan para exhibir la macabra suma. Antes eran los de la ETA y ahora son los del terrorismo yihadista. 
De los que esperan en las cunetas, en pozos o minas abandonados y convenientemente cegados, mejor no hablar. ¿Los de San Eufrasio? Esos quedan para sus familiares y allegados; salvo los de la Fosa 702, que son patrimonio universal y vestigio de la barbarie. 
Pero hay otros muertos, muy vivos por cierto, que son los que condenan a esta ciudad a su condición mortecina, los que la sepultan y bailan sobre su tumba. 
No es un asunto de ideología es dejadez, abandono, irresponsabilidad. Y por supuesto, la culpa siempre es de otro, del Obispado, porque es el propietario del cortijo; de la Junta de Andalucía, porque declaró BIC (Bien de Interés Cultural) el cementerio; y ahora, a lo que se ve, también de la Diputación provincial de Jaén, a la que se acusa de no haber gastado un euro en este recinto, imagino que en la partida de “Rodando por Jaén” o similar. 
Lo cierto es que el Ayuntamiento solo asume lo que denomina “tareas de emergencia”, que en el anterior mandato del PP, cuando el alcalde era Fernández de Moya, supuso una inversión de 37.000 euros. 
Esas “tareas de emergencia” se resumen en el actual mandato, con Javier Márquez en la Alcaldía, en arreglo y limpieza de los patios interiores, es decir, desbroce de la maleza y relleno de grietas, poda de unas palmeras quemadas y cura de hierbas. A los que se añade la rehabilitación de un arco, tras cuatro años de condena al riesgo de desplome, y la reposición de tejas en los tejados. 
La realidad es que San Eufrasio se muere con sus muertos. Y hoy el cementerio es la imagen de la catástrofe, a medio camino entre el paisaje después de la batalla de Sarajevo, Dubrovnik o Raqqa. O si prefieren viajar en el tiempo, Jaén, uno de abril de 1937, nuestro particular Guernica.

Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 9 de noviembre de 2017.

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