El hombre del Norte
mira a los hombres del Sur. El poeta del Norte escribe de los hombres del Sur. Versos
que nacen donde penan los hombres presos de sus ideas. El hombre del Norte,
agua salada y viento; los hombres del Sur, tierra y sol en la piel.
Aquellos hombres son la
semilla de los hombres de hoy. Los que no preguntan, los que no se quejan, los
que no se rebelan. Hombres de luz que no dejan sombra. Frágiles. Sin odio y sin
perdón. Indiferentes.
Y aún así hallan
refugio en las estrofas. Rescatados de la muerte y el olvido por el poeta del
Norte; lejos del calor, los campos de trigo y olivar son huéspedes de sus
versos. Habitantes eternos del “Libro de las Alucinaciones”.
La poesía como arma
cargada de futuro. El refugio del rebelde. La memoria de los pueblos. Y el
poeta, férreo.
También el Sur tiene y tuvo
sus poetas. Góngora, Cernuda, Aleixandre, Juan Ramón, los Machado, Lorca,
Alberti, Caballero Bonald, García Montero, Álvaro Salvador, Manuel Lombardo,
Ruiz Amezcua, Javier Egea… Y los que procedentes de otras tierras como Valente
y Miguel Hernández fueron y se sintieron sureños. Y todos, como el poeta del
Norte, quisieron despertarnos “del pasado de frío, de los cerrojos del futuro”.
"‹‹Las cosas son como son,/ como siempre han sido, como/ han de ser mañana... Ojú,/ que frío...›› Los andaluces...". Los andaluces, "El Libro de las Alucinaciones", José Hierro.
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