miércoles, 29 de mayo de 2024

Lágrimas en la lluvia

Ha muerto Leocadio Marín, quien fuera, entre otros cargos institucionales, alcalde de Baeza y presidente de la Diputación Provincial de Jaén. 
Cuando se produce el adiós de alguien como Leocadio es conveniente dejar a un lado la cuestión ideológica y centrarse en la persona y en su forma de hacer política.
No olvidarse de la ideología que profesaba, porque eso evidenciaba un compromiso, pero sí dejarla en un segundo plano para que no se convierta en un paño que tape a la persona o en la excusa perfecta para verter la bilis que llevamos dentro. Unos más que otros, of course.
Si digo que Leocadio era un buen hombre, estoy seguro de que muchos baezanos compartirán esta consideración. De igual modo que convendrán en que fue uno de esos alcaldes, cada vez más escasos, que es patrimonio de todos sus vecinos.
Era una de esas personas que sabía escuchar y que conservaba sus ademanes de maestro, tanto en el gesto como en la oratoria; heredados probablemente de la semilla sembrada por aquellos maestros de la República, que tanto empeño pusieron algunos en segar. Y tan propios de aquel Juan de Mairena, alter ego de Machado.
Con Leocadio se va una forma de ser y una forma de estar en lo público y en público. Una manera de entender la política como un servicio al ciudadano y no un instrumento del que servirse en beneficio propio o de unas siglas como vemos ahora a diario.
En política, fue, pero también no le dejaron ser. Quedando claro que en ese ámbito debes cuidar siempre la espalda, la diestra y la siniestra, porque al verdadero adversario nunca lo verás venir de frente.
Leocadio te contaba el vínculo entre la jueza Alaya y Zoido, forjado mucho antes de que supiéramos de la existencia de los EREs, con el mismo tono y pausa que si hablara de la Toma de Granada o de la España de Cánovas y Sagasta. Y era capaz de impartir magisterio en un comité provincial de su partido, para aquellos que quisieran recibirlo, sobre cuál era y debía ser el papel de los jóvenes en las organizaciones políticas; primero, formarse, y después, los cargos. Como puede comprobarse, la tónica general sigue siendo la de paniaguados indefinidos.
También era de esos alcaldes que sabían que uno lo es las 24 horas e incluso cuando te sustituyen en el cargo sigues siendo alcalde.
Ahora nos ha dejado y uno quiere conservar de él esa imagen de bonhomía. Esa misma que se engrandece al compararla con otros políticos, porque es difícil imaginar a Leocadio en un programa de televisión de esos de máxima audiencia atacando a su partido o aferrándose a un cargo cuando te han pillado utilizando información privilegiada en provecho propio. En tiempos de mediocridad y obediencia ciega es fácil aventurar que, probablemente, Leocadio Marín ha pertenecido a una generación política en vías de extinción.
Esperemos que no sea así, pero recuerdan las palabras del replicante “Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Hora de morir”.
 
 Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia Jiennense), del 28 de mayo de 2024.

martes, 14 de mayo de 2024

Aburrimiento

“Duermo poco, ando mucho, y lo que veo no me gusta…”. Eso decía el detective Germán Areta en la película “El crack”, de José Luis Garci; un homenaje al cine negro estadounidense y a aquellos detectives, tipos duros, sagaces y seductores, que conocimos a través del cine y la literatura. 
En estos últimos meses podría perfectamente aplicarme esa frase de Areta. Duermo poco, ando no mucho, escribo lo mínimo, leo menos de lo que debiera y me gustaría y, además, lo que veo, en líneas generales, no me gusta. 
Alguno dirá que es el signo de los nuevos tiempos, aunque en realidad es el signo de nuevos y pretéritos tiempos. Y convendrán conmigo en que con los matices que quieran esa frase es muy cercana a muchos. 
Sin embargo, aunque haya reducido el tiempo de lectura, estoy haciendo acopio de expresiones de esas que se te quedan grabadas en la cabeza y que sabes que tarde o temprano germinarán en cualquier escrito o conversación y que, aunque no sea así, por lo menos te llevan a la reflexión. Obviamente sus autores son personas con talento y con una trayectoria en sus distintas disciplinas creativas y profesionales. 
Junto a esas expresiones, denominémoslas pintorescas, como pueda ser “predicadores de la motosierra”, he tenido tiempo también para adentrarme en aseveraciones más profundas como la reflexión de Ballard sobre el aburrimiento: “he aquí mi gran temor, que todo haya ocurrido; ninguna cosa que sea excitante, novedosa o interesante va a suceder de nuevo; el futuro será un enorme y resignado suburbio del alma, nada nuevo va a surgir, ninguna evasión tendrá lugar otra vez. Esto es lo que puede pasar y es mi gran temor”. 
Uno lee estas cosas e inevitablemente siente cierta camaradería con el escritor inglés ante esa posibilidad de que todo haya ocurrido ya y duda sobre si ese es el futuro que nos aguarda o es al que intencionadamente nos conducen. 
En asuntos de aburrimiento no puedo evitar recordar a mi abuela diciéndole a mi hermana y a mis primas, cuando se quejaban de que se aburrían, que tiraran piedras hacia arriba y las recogieran con la cabeza. Igual no es la mejor receta, pero dependiendo del tamaño de la piedra, de la altura que alcance, la velocidad a la que descienda y la zona de impacto el futuro no será presente, se quedará en imaginación, alojado en la otra cara de la luz.