domingo, 18 de febrero de 2018

De peatones y caciques

Ser peatón en Jaén no es fácil. De hecho para más de uno es una odisea salir de casa y volver a ella indemne. Les parecerá exagerado, quizás lo sea un poco, pero también es cierto que como peatones afrontamos diariamente riesgos y muchos de ellos, innecesarios. 
Transitar por algunas aceras es una aventura. Coches montados o directamente subidos a la acera impidiendo el paso; camiones de reparto atravesados, con parte de la carga en el suelo y las puertas abiertas de par en par; ciclistas, en solitario o en grupo, y no precisamente adolescentes, que luego se quejan de los coches en la carretera, pero no respetan a los peatones en su hábitat; lo mismo que el motorista que reparte los periódicos a primera hora de la mañana, para el que no existen ni aceras, ni direcciones prohibidas, ni semáforos; y hasta peatones parados dándole a la ‘sinhueso’ que obstaculizan el paso y en ocasiones te ponen mala cara cuando demandas vía libre. 
Además, tenemos baldosas resbaladizas cuya capacidad deslizante se incrementa con el agua o la cera de las procesiones; baldosas sueltas que al pisarlas te ponen perdido y baldosas levantadas o rotas con las que es fácil tropezar y caer como un fardo para regocijo de algunos y desgracia propia. 
Sí, y también pasos de cebra que parecen invisibles a los vehículos, cacas de perros cuyos cívicos dueños nos dejan el ‘regalito’ del can al resto, obras mal señalizadas con zanjas abiertas para incautos y despistados y colchones, muebles y demás enseres abandonados en la vía pública, ignorando que hay un servicio municipal que se ocupa de su recogida. 
Y por supuesto, las terrazas de los bares, de las que ya está casi todo dicho, ocupando calles y plazas con el beneplácito municipal, ya que prima la recaudación al cumplimiento de la normativa. ¿Qué las plazas son de los hosteleros? Como si las licencias las diera el hornero (ya saben cual) en lugar del Ayuntamiento. 
La ciudad sin ley. Y ahora resulta que el único problema para los peatones son las dos plazas del centro de Jaén, Pósito y Deán Mazas, y su reforma, no-reforma. A la gresca. Una, sí, y la otra, no. Como si estuvieran deshojando la margarita. Es de manual, pero hay que recordarlo, la apuesta en los centros históricos es por la restauración y por la conservación; lo demás tiene otro nombre. 
Lo mismo que tiene uno o varios adjetivos que un alcalde de Jaén acuse a otra administración de caciquismo y de tomar decisiones por intereses políticos. Yo no se los voy a poner, háganlo ustedes. Y fíense de la versión oficial. 
Lo que sí me preocupa es la insistencia del alcalde y de su teniente de alcalde en el pasado urbanístico franquista de la Plaza del Pósito. Ya sé que uno tiene los referentes que quiere o que puede, pero a ver si al final van a derribar la clínica de Fermín Palma y el edificio de Hacienda, unen las plazas y nos construyen un pantano.

  Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 15 de febrero de 2018.

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