miércoles, 23 de septiembre de 2015

¡A barrer!

Desde el Callejón del gato se ve la ciudad a ras del suelo. Y lo primero que se ve es la suciedad. Jaén es una ciudad sucia. Está sucia. Se ha convertido en una ciudad sucia. Y antes no estaba así. 
Una parte de culpa es de los jiennenses. De la falta de civismo de adultos y pequeños. ¿Quién no ha visto como un niño tiraba algo al suelo con la permisividad del adulto que le acompañaba? ¿Quién no ha visto como los solares se convierten en vertederos? ¿Quién no ha visto el ferial y su entorno al día siguiente del botellón? ¿Quién no ha visto el 'regalito' de los perros por 'cortesía' de sus dueños? ¿Quién no ve o no quiere ver?
Y sí. Es cierto que faltan papeleras y que no se limpia lo suficiente. Pero también es verdad que si ensuciamos menos hay menos que limpiar. Y eso es culpa nuestra, de los ciudadanos.
Pero hay otra parte de responsabilidad que corresponde a los munícipes, al concejal del ramo y en última instancia, al alcalde.
Y no es una cuestión de ideología. Las escobas no entienden de ideologías. Es una cuestión de gestión, de eficacia en el uso de recursos humanos y económicos. También en la aplicación de sanciones. Y por supuesto, de voluntad. De tener claras las prioridades y actuar en consecuencia.
La limpieza o la suciedad de una ciudad forma parte de su tarjeta de presentación, tanto para sus vecinos como para sus visitantes. Y una ciudad sucia causa rechazo. No se recomienda a otros visitantes. Y por supuesto, no logra deseos legítimos como el reconocimiento a su patrimonio; ya saben, como que se haga justicia con esa maravilla arquitectónica que es la catedral o que se reconozca la judería.
En una ciudad sucia hay basura y bichos. Y en este Jaén hay ratas, garrapatas y hasta puede que algún reptil de gran tamaño. Pero no se engañen, la podredumbre crea parásitos más nocivos y tóxicos. Esos que unos y otros atacan o defienden en función de banderas y credos, sin importarles si roban, si mienten o si defraudan a su ciudad.
A estas alturas es utópico pretender que los políticos limpien su propia suciedad o que representen a los ciudadanos que les votan; incluso a los que no lo hacen, pero al menos debemos exigirles que cuando gobiernan mantengan limpia la ciudad.
Dejen a un lado la bronca. Utilicen las escobas para barrer en vez de para darse escobazos. Y no se preocupen tanto por barrer en las urnas, ¡barran las calles!. 

 Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 23 de septiembre de 2015.

 

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