miércoles, 16 de octubre de 2024

El principio del mar

Levantó una piedra esperando encontrar el principio del mar y sólo encontró un montón de tierra oscura. Ni siquiera un resquicio por el que soñar. Tampoco halló una vía de escape para la inmundicia diaria. Así que imaginó que los cimientos de la infamia son sólidos y que están asentados con firmeza desde tiempos inmemoriales.
Era innegable que lo que más repugna habita entre nosotros, que se aferró con raíces profundas y fuertes; probablemente, al principio con lentitud, con la pausa del disimulo, mostrando su cara más inofensiva, y después, ya sin disimulos, edificó su templo en el centro de nuestras vidas para desde allí imponerse.
De igual manera era innegable que la única opción era resistir. Seguir mirando bajo las piedras con la esperanza intacta y con la convicción de que todo templo puede derrumbarse por causas naturales o por la acción humana.
Pero nadie le dijo que el tiempo juega en contra y que el viento rara vez sopla a favor. Nadie le habló de los palos en las ruedas ni de los puentes caídos. Y mucho menos de que la mayor parte del camino la recorrería en soledad. Tampoco que las mentiras y las medias verdades tienen más crédito que un puñado de sinceras palabras. O que hasta el espejo deforma la realidad.
Siendo incapaz de hallar el principio del mar qué debería hacer para vislumbrar el final. ¿Sería una utopía o realmente podría hallar un salmón remontando el asfalto de la ciudad?

 

lunes, 7 de octubre de 2024

La concejal melancólica

Retomamos el pulso de la actualidad de la provincia de Jaén desde el ámbito de la opinión. Y en este regreso nos topamos con que somos noticia más allá de nuestros límites provinciales por cuestiones que en realidad deberían avergonzar a cualquier demócrata.
La crisis política del Ayuntamiento de Jaén, que tarde o temprano se saldará con la ruptura del pacto entre Partido Popular y Jaén Merece Más, nos ha traído una nueva concejal en las filas del PP.
Una joven que ha asumido la concejalía de Deportes y de la que hemos sabido que destaca por su enaltecimiento del franquismo y de la figura del dictador en redes sociales.
El alcalde de Jaén se ha apresurado a quitar hierro al asunto aludiendo a la edad de la joven, que tenía 24 años cuando evidenciaba su melaconlía en redes sociales; 5 menos que ahora.
No parece acertado atribuir el ímpetu juvenil a esa exhibición pública tan inadecuada en un representante político de una institución democrática. Máxime cuando no ha sido un caso aislado, porque a los pocos días nos enterábamos de que esa melancolía por el franquismo es compartida también por la portavoz del PP en el Ayuntamiento de Porcuna, que, además, es la directora del Hospital Alto Guadalquivir de Andújar.
Esa frustración de no vivir en un estado totalitario y añorarlo es criticable en el ámbito personal en función de las querencias y creencias de cada cual, pero es inadmisible en la esfera pública y en concejales u otros representantes en las instituciones democráticas.
Sabemos que el PP cuenta con más de estos melancólicos; así que sería oportuno que aclare si comparte esa decepción porque España sea un estado democrático; porque de no ser así, cuesta entender que no se abra expediente a las ediles melancólicas y sean expulsadas de su formación política y de las instituciones.
Porque ya saben, si caminan como pato, graznan como pato y nadan como pato, no son gaviotas, son patos.

Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia Jiennense), del 7 de octubre de 2024.

martes, 1 de octubre de 2024

La ciudad invisible

Quizás haya llegado el momento de alcanzar mi ciudad invisible. He conocido algunas de esas ciudades, pero es probable que no pasara el tiempo necesario en ellas o que la realidad pudiera más que el deseo. 
Es posible que ese paso no fuera otra cosa que el tránsito natural en la vida de un estado de consciencia a otro difícil de calificar. O que en ese equilibrio entre lo visible y lo invisible se impusiera lo contemplado provocando un desequilibrio. 
Ahora recibo de nuevo señales, esas que todos percibimos en algún momento de nuestras vidas, y a las que salvo excepciones no hacemos caso. Recuerdo que una vez sí las escuché y me rebelé contra lo que creía que era el fin. No quería aceptarlo o quizás no estaba preparado para ello. Como si jugara con las bolas del ábaco, con la consciencia de que es una operación cuyo resultado no puedo resolver. 
Las señales son persistentes, pero, dejando a un lado las sensaciones, carezco del manual para descifrarlas. Sólo sé que la ciudad invisible se erige sobre la visible y que lo intangible adquiere la certeza de lo irrealizable. Las incertidumbres siguen ahí, la ausencia de respuestas permanece, y, sin embargo, ahora se impone dejar las cosas en orden antes de que se gaste el tiempo a una velocidad no deseada. Y establecer el orden de las cosas es una tarea compleja. 
Termino la lectura de “El día que murió Kapuscinsky”, de Ramón Lobo. Mi deuda está saldada. Leo su último capítulo escuchando “Land”, de Patti Smith; y no puedo evitar que algo de humedad bañe mis ojos, sin que la tristeza o el dolor sea la causa, sin que esté claro que sea la lectura o la música quien la provoca; tal vez, sólo sea mi estado de ánimo a las puertas de mi ciudad invisible.

lunes, 9 de septiembre de 2024

La sombra de Don Antonio

 

Don Antonio y su sombra. Es, evidentemente, una representación del poeta universal; al modo de otras muchas de ilustres, como la de Pessoa en Lisboa, que se extienden por geografías diversas para reclamo y regocijo de visitantes.
Y sin embargo, este Machado inerte pudiera ser hasta real, ensimismado en la lectura e inclinado a la reflexión. Testigo impasible del ayer y del hoy de esa Baeza que bién conoció, y me atrevo a decir que conoce. Porque Don Antonio, aunque físicamente marchó, nunca ha abandonado esta ciudad.
¿Y la sombra? La extensión inmaterial del poeta. Larga, acostada y sin renunciar a asomar la cabeza. Como si quisiera escapar del yugo de las suelas del poeta y volar. Reunirse con otras sombras, en ese espacio que para ser, aún siendo oscuridad, necesita la luz. Y adquirir vida propia, haciendo suyos los versos del otro, asumiendo el yo que nunca podrá ser, ni siquiera rozar con sus dedos de sombra.
Ignorando que sin luz no es y desconociendo que sin luz tampoco nosotros somos. Ahí nos igualamos y no somos siquiera sombras.
Salvo el poeta, que permanece.

viernes, 6 de septiembre de 2024

Paisaje nocturno

La reja cerrada, la farola dormida y los sueños presos en una caja de cristal. Un gato cruza a la búsqueda de refugio, atravesando los barrotes en una huida preventiva mientras las hienas ríen en la trastienda. Y la noche cubre las carencias y las imperfecciones de aquellos que alguna vez creyeron. 
La luna sigue pastoreando el rebaño de los crédulos. Pero no hay guía para quienes carecen de fe. La noche sólo se rompe con la irrupción del solitario, que en su soledad confunde el canto con la plegaria y se pierde en sus propios pasos. 
Llovió. Y el olor de la tierra mojada recuerda el tiempo del ayer sepultado por un pasado fragmentado entre lo que fue y lo que pudo ser.
El agua moja las piedras, amenazando con borrar la memoria. Como si fuera tan fácil mudar la huella de los siglos. Como si desdibujar el legado del tiempo fuera como un cambio de piel.
Dicen que las piedras guardan la carcajada de aquel que nunca regresó; la mirada perdida de quien interroga al cielo y el semblante del que se alimenta del miedo. Y dicen que mientras se discute sobre sí el que ríe es Dios o el diablo, las campanas recuperan el tañido para tocar a difuntos.
Entonces, el cristal se rompe y se liberan los sueños.

domingo, 11 de agosto de 2024

La estrella azul

Son las cosas de esta ciudad que habito. Esas que penalizan y por las que, además, penas. Ningún cine en la ciudad. Unas pocas salas en un centro comercial de la periferia y el anuncio de apertura de nuevas salas en un nuevo centro comercial que, por unas causas u otras, se demora. Y ni siquiera esa nueva apertura de salas garantiza la proyección de determinadas películas. 
Es el caso de “La estrella azul”, de Javier Macipe. Esa cinta sobre el músico Mauricio Aznar que me quedé con las ganas de ver en pantalla grande cuando se estrenó. Una pérdida que he podido mitigar con su estreno meses después en varias plataformas de televisión. Aunque no es lo mismo. Viví algo aparecido con “Calle 54”, de Fernando Trueba, que tampoco halló sala para ser exhibida. 
No les voy a destripar la película. Les aconsejo que la vean. A mí me ha parecido una maravilla, pero eso tiene escasa validez porque yo estaba predispuesto desde un principio a una película sobre la cabeza visible de “Más Birras”; aunque la realidad es que la película se centra más en su etapa tardía, lo que no la hace menos bella. 
“Más Birras” era una banda de esas denominadas “de culto” con el paso del tiempo. Algo que precisamente con el paso del tiempo he llegado a sospechar que pretende ser un elogio a la banda, pero que también califica a sus seguidores como poco como raritos o algo similar. Porque ¿esos quiénes son? ¿de verdad te gusta esto?... 
Tuve el privilegio de escuchar una vez en directo a “Más Birras” en Madrid. En aquella época yo estaba alejado musicalmente del rock y, por tanto, me echaba para atrás la estética y modos rockabillys. Sin embargo, aquel grupo me llamó la atención y se me quedó grabada la imagen de Mauricio Aznar. Quizás fuera ese hábito de ponerle oreja a la letra o quizás porque aquellas canciones iban más allá de esa etiqueta; quizás también contribuyó que aquel tipo pertenecía a esa estirpe nacida para comerse el escenario con su presencia. Lo cierto es que aquellos “vaqueros de los Monegros” se quedaron conmigo para siempre. 
Así que era obvio que tarde o temprano iba a ver esa película. Y parece evidente que hay quienes vemos las estrellas azules, aunque puede que ni siquiera seamos conscientes de ello. A veces esas estrellas se cruzan en tu camino y las encuentras sin necesidad de buscarlas; en otras ocasiones las encuentras porque la clave está en dónde buscar. Si crees que las estrellas sólo habitan en el cielo, lo más seguro es que nunca halles una. Y si crees que el brillo determina la valía, dará igual que te topes con ella. 
Hoy pongo un disco de “Más Birras” y pienso en la estela de plata de esa estrella azul y pienso en aquel caballo de fuego que desbocado galopaba llevándose a demasiados jinetes con él. Quedaron un puñado de supervivientes, huérfanos de muchas cosas, pero agradecidos y conscientes de haber vivido aquellos días, y sobre todo aquellas noches, cuando las estrellas azules brillaban en el final de un trago o en una mirada de adicción. Sonaba la música, y, sin saberlo, nos hablaba del presente y de ese futuro que éramos capaces de soñar, pero incapaces de ver. 
Todavía hoy para ver una estrella azul es más fácil dejar caer la mirada hasta el fondo de un mar.

miércoles, 29 de mayo de 2024

Lágrimas en la lluvia

Ha muerto Leocadio Marín, quien fuera, entre otros cargos institucionales, alcalde de Baeza y presidente de la Diputación Provincial de Jaén. 
Cuando se produce el adiós de alguien como Leocadio es conveniente dejar a un lado la cuestión ideológica y centrarse en la persona y en su forma de hacer política.
No olvidarse de la ideología que profesaba, porque eso evidenciaba un compromiso, pero sí dejarla en un segundo plano para que no se convierta en un paño que tape a la persona o en la excusa perfecta para verter la bilis que llevamos dentro. Unos más que otros, of course.
Si digo que Leocadio era un buen hombre, estoy seguro de que muchos baezanos compartirán esta consideración. De igual modo que convendrán en que fue uno de esos alcaldes, cada vez más escasos, que es patrimonio de todos sus vecinos.
Era una de esas personas que sabía escuchar y que conservaba sus ademanes de maestro, tanto en el gesto como en la oratoria; heredados probablemente de la semilla sembrada por aquellos maestros de la República, que tanto empeño pusieron algunos en segar. Y tan propios de aquel Juan de Mairena, alter ego de Machado.
Con Leocadio se va una forma de ser y una forma de estar en lo público y en público. Una manera de entender la política como un servicio al ciudadano y no un instrumento del que servirse en beneficio propio o de unas siglas como vemos ahora a diario.
En política, fue, pero también no le dejaron ser. Quedando claro que en ese ámbito debes cuidar siempre la espalda, la diestra y la siniestra, porque al verdadero adversario nunca lo verás venir de frente.
Leocadio te contaba el vínculo entre la jueza Alaya y Zoido, forjado mucho antes de que supiéramos de la existencia de los EREs, con el mismo tono y pausa que si hablara de la Toma de Granada o de la España de Cánovas y Sagasta. Y era capaz de impartir magisterio en un comité provincial de su partido, para aquellos que quisieran recibirlo, sobre cuál era y debía ser el papel de los jóvenes en las organizaciones políticas; primero, formarse, y después, los cargos. Como puede comprobarse, la tónica general sigue siendo la de paniaguados indefinidos.
También era de esos alcaldes que sabían que uno lo es las 24 horas e incluso cuando te sustituyen en el cargo sigues siendo alcalde.
Ahora nos ha dejado y uno quiere conservar de él esa imagen de bonhomía. Esa misma que se engrandece al compararla con otros políticos, porque es difícil imaginar a Leocadio en un programa de televisión de esos de máxima audiencia atacando a su partido o aferrándose a un cargo cuando te han pillado utilizando información privilegiada en provecho propio. En tiempos de mediocridad y obediencia ciega es fácil aventurar que, probablemente, Leocadio Marín ha pertenecido a una generación política en vías de extinción.
Esperemos que no sea así, pero recuerdan las palabras del replicante “Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Hora de morir”.
 
 Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia Jiennense), del 28 de mayo de 2024.