miércoles, 18 de diciembre de 2024

Las Chelsea

 


Dicen que en la vida tarde o temprano todo llega. No es cierto. Ni falta que hace. Llegué tarde al rock and roll, aunque llegué para quedarme. Y llegué tarde también a las Chelsea, aunque llegué para que se quedaran.
Es curioso que tardase en descubrir estas botas, pese a que conocía unas similares con hebillas que utilizaban los punkies cuando no calzaban las habituales de militar.
Y más curioso, si cabe, es que no supiera que se hicieron conocidas por The Beatles. Lo descubrí cuando ya lucía mi primer par y no, no fue por la banda británica. Pero también tuvo que ver con la música y una banda. En concreto, una banda madrileña de rock que tomó el nombre de las botas y, ¡oh!, también tocaron en una azotea, aunque fuera para un programa de televisión.
Ignoro si sigue en activo o como tantas otras fue flor de un día o abandonó por frustración. O ambas cosas. Vivir del arte, en cualquier disciplina y con las conocidas excepciones (escasas, aunque parezcan numerosas), es una utopía. Entiendo que cundan desesperación y desánimo y que muchos abandonen viendo como funciona el asunto.  Ya saben, hoy en día prima el negocio frente al talento y ya ni siquiera se molestan en disimular el contenido con un atractivo envoltorio.

domingo, 15 de diciembre de 2024

Los ladridos del perro mágico

Si a estas alturas no hemos madurado, es difícil que lo hagamos ya. Así que estamos condenados a permanecer en la isla de Pan, como niños perdidos en el paso del tiempo. Salvo el Maestro Lapido, que ha alcanzado su madurez; sigue componiendo y toca la guitarra y canta mejor que nunca. Aunque él puede permitirse ir y volver a la isla cuando quiera, porque conserva la capacidad de soñar sin despegar los pies del suelo. Puede perder la sombra, atraparla y volverla a perder, envolvernos con ella sin coserla a nuestros pies y hacernos volar por siempre jamás.
En realidad, lleva 25 años (algunos más si le sumamos los de los Cero) haciendo eso y mucho más.
Esta noche en esa especie de caja mágica que es el Teatro CajaGranada lo ha vuelto a hacer. Nos ha ungido con las notas de su guitarra, con la complicidad de Víctor Sánchez, Popi González, Víctor Ríos y Raúl Bernal, y nos ha rociado con las palabras para elevarnos a un cielo que de otra forma apenas podemos alcanzar.
No sé si hemos abandonado la isla de Pan o por el contrario nos hemos adentrado más en ella, pero hemos viajado en el tiempo 25 años atrás. Hemos escuchado los ladridos del perro mágico y nos hemos reconocido en los que fuimos, sin perder de vista los rostros que somos hoy.
Dicen que esta noche tocaba mirar al cielo para ver la luna fría, la última luna llena del año, pero nosotros alzamos la cabeza en busca del dios de la luz eléctrica y sólo logramos ver al Maestro.
Tampoco necesitamos ver ni subir a ese barco que debió navegar en un cielo imaginario de estrellas luminosas; esas estrellas que como las galletas de la fortuna guardaban un mensaje para nosotros que a día de hoy no llegó a sus destinatarios. Quizás el barco pasó de largo o nosotros lo dejamos pasar. Quizás era un tren sin raíles y sólo seguimos su humo, imaginando que dibujábamos en ese cielo que era una isla. Esa que nos atrapa y que no queremos o no sabemos abandonar.
Miro a ese cielo. Y a otros cielos. Incluso desciendo como ángel caído a los infiernos. Pero sólo sigo los pasos de mis poetas silenciosos; una trinidad, Dylan, Cohen y Lapido.