miércoles, 30 de mayo de 2012

Cuando mayo marcea


Los viejos del lugar cuentan a quienes quieran escucharles que cuando marzo mayea, mayo marcea. Una de esas verdades irrevocables cimentadas en la experiencia y en la sabiduría popular, lo que, obviamente, no le proporciona validez científica alguna, pero sí una aceptación universal.
Yo no dudo de ese marceo de mayo, incluso con independencia de que el mes de marzo no haya mayeado. Algunas veces, como en esta ocasión, es indiscutible por su evidencia, pero en otras, ese marceo no se aprecia en la superficie y discurre por zonas subcutáneas.
Es mayo un mes de colores y olores, floreado, y de suaves temperaturas, pero esconde bajo su piel, más allá de la climatología, corrientes de aire y agua que nos arrastran como muñecos inermes, laberintos y espirales de los que no se vislumbra escape o surcos que recorren la memoria y que atrapan o liberan los sueños.
Y alberga cárceles solitarias cuyas paredes se construyen con las hojas del calendario, muros perennes sustentados en los recuerdos e inmunes a la voz de las vuvuzelas, caprichosas herederas de aquellas otras trompetas de Jericó, que no consiguen demoler esos muros, ni siquiera resquebrajar el papel.
Es mayo quien aún mantiene presos a aquellos que vivieron el más marceado de los mayos, a los que simularon vivirlo y a esos otros que desearon vivirlo, a quienes aún escarban con sus propias manos de uñas agrietadas creyendo oír el sonido de las olas al romper en los adoquines, los que buscan bajo esos adoquines la arena de playa que les permita alcanzar el mar. Ese mar que hoy parece tan lejano, pero que hace cuatro décadas bañaba el subsuelo de París en las cabezas de los soñadores.
Y ahora, cuando otro mes de mayo llega a su ocaso, vuelven la mirada al pasado y dudan de si debieron renunciar al mes de abril. Frente a la certeza de que se anuncia junio, preámbulo del fuego del estío.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Ni agua

No parece que al ministro de Hacienda, el jiennense Cristóbal Montoro, le vayan a nombrar hijo predilecto de Andalucía. Más bien va camino de ser declarado persona non grata por estos lares. Y al final, hasta vamos a alegrarnos de que  fuera como número uno por la provincia de Sevilla en las listas al parlamento de la nación y no por Jaén, como venía siendo habitual, y así nos evitamos en parte el bochorno.
No aprende el PP. Y tras errar, una vez más, con la candidatura de Arenas a la presidencia de la Junta de Andalucía y conseguir un nuevo fracaso, se empeña el gobierno de Rajoy, como ocurriera con el de Aznar, en mirar a los andaluces como enemigos.  Ya saben, ni agua.
Luego, cuando llegan los resultados de las elecciones autonómicas se miran con cara de no entender nada. Pero vamos a ver hombres de Dios cómo se puede hostigar a Andalucía por su situación económica y pasar de largo por las de Valencia, Cataluña, Murcia, Castilla-León o Madrid. Cómo se puede exigir a Andalucía que recorte otros 250 millones de euros más, por si son pocos los 2.500 anunciados por el gobierno de Griñán-Valderas, y al día siguiente descubrir que las ejemplares comunidades de Madrid y  Valencia, gobernadas por el PP, han falseado las cuentas y deben otros 3.000 ó 4.000 millones de euros más.  Y eso no tiene importancia.
Aquí teníamos al alcalde de Jaén probándose el traje de consejero de la Junta de Adalucía, al segundo de a bordo, Miguel Ángel García Anguita, probándose el de alcalde de Jaén y al ex alcalde de Baeza metiendo todos los trajes en la maleta para irse a Sevilla. Y no eran los únicos en probarse trajes. Y ahora, tras el enésimo fiasco electoral del PP en Andalucía, en lugar de salir a dar la cara, incluso ante el ministro Montoro, y defender a Andalucía se ponen todos de perfil.
Cuándo van a entender que lo que tienen que hacer es mirar por esta tierra, que dicho sea de paso es la que les vota.

Artículo emitido en SER Úbeda el 23 de mayo de 2012.

domingo, 20 de mayo de 2012

Los artificios del poder

El poder utiliza de forma recurrente artificios con los que busca el mismo logro del calamar con su tinta, la ocultación, o en su defecto, desviar la atención hacia hechos favorables a sus intereses. El poder político, representado en el gobierno de la nación, no es como poder ajeno al uso de estos artificios; de ahí que no sea una excepción el recurso de ondear la enseña nacional e incluso envolverse en ella, para dirigir la atención del supuesto pueblo soberano hacia aspectos que puedan concitar el respaldo, hasta el visceral e irracional, de una mayoría ciudadana y que reporte al gobierno de turno el apoyo popular y a la vez, le sirva para enmascarar sus incapacidades y miserias como gobernante.
A lo largo de la historia, numerosos países y gobiernos son ejemplos de ese desvío de la mirada hacia el exterior, un enemigo que exige la unión y la respuesta ciudadana como si se tratara de un único individuo; un enemigo que en el supuesto de no existir se crea con los recursos propios o con la inestimable colaboración de terceros, empresas o países con intereses en el propio país o en esa área geográfica.
Argentina ocupa un lugar de privilegio en esta lista por méritos, más bien deméritos, propios. Durante la dictadura, con el general Leopoldo Galtieri al frente de la Junta Militar, no tuvo reparos en “inventarse” la Guerra de las Malvinas en 1982 y señalar como enemigo externo a Gran Bretaña, tratando de ocultar la mala situación económica del país y minimizar el rechazo social a esa Junta Militar y al modelo gubernamental. Y 30 años más tarde, un régimen populista oligárquico camuflado en un sistema democrático y que ha acuñado su propia denominación kirchnerismo, intenta de nuevo utilizar las Malvinas y crear un enfrentamiento artificial con Gran Bretaña para involucrar a países vecinos y ¡sorpresa! retirar el foco de la economía del país.
Ni siquiera el fracaso en la intentona, por lo burdo de la maniobra, varía la intención de activar esos recurrentes artificios del poder y agitar la bandera y clamar patria. Simplemente se modifica el enemigo externo y el objeto de la enemistad, el lugar de las Malvinas lo ocupa la empresa YPF-Repsol y el de Gran Bretaña, la madre patria España. El resultado es conocido, nacionalización de YPF, grandiosa puesta en escena en la Cámara argentina y euforia ciudadana; una cortina de humo tras la que esconder los datos de la maltrecha economía nacional.
El antagonista, el origen y responsable del mal, el enemigo, tampoco desaprovecha la oportunidad y no renuncia a su vez a activar artificios similares para obtener la misma respuesta entre sus ciudadanos y tapar también sus vergüenzas u obtener ventajas. En el caso británico, por ejemplo, el triunfo en la contienda en 1982 permitió a Margaret Thatcher, pese a su política de hostigamiento a trabajadores y sindicatos, revalidar con holgura su mayoría en el Parlamento inglés. Y en 2012 le ha dado un balón de oxígeno a David Cameron para mostrar al mundo la firmeza del gobierno británico y dejar a un lado su aislamiento en la Unión Europea y los efectos de la crisis económica en el Reino Unido.
En el caso español, también en 2012, la respuesta ha sido el mimetismo de los usos argentinos y el gobierno de Rajoy no ha dudado en agitar la bandera, señalar al “agresor” y extender una enorme mancha de tinta, acogiéndose a la discutible españolidad de la compañía Repsol (42 por ciento del capital, propiedad de fondos de inversión internacionales, y un 9’5 por ciento, de la mexicana Pemex) y a la defensa de los intereses españoles ¡de una empresa multinacional privada! en el exterior. Cuando la realidad es que la algarabía originada por el artificio argentino se ha utilizado para desviar la atención sobre las andanzas y desventuras de la Casa Real y su entorno (por orden cronológico: imputación del marido de la infanta Cristina, Iñaki Urdangarín, accidente del hijo de la infanta Elena con una escopeta de caza y rotura de cadera del rey Juan Carlos durante una cacería de elefantes en Botsuana), los recortes aprobados por el gobierno del PP y su falta de credibilidad en los foros económicos mundiales. Lo sorprendente de la maniobra española es que ha conseguido envolver en la tinta de calamar al propio presidente de Gobierno, otorgándole la condición de desaparecido.

sábado, 19 de mayo de 2012

El último tránsito de Artemio Cruz

El escritor Carlos Fuentes ha muerto. El brillo de otros escritores como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa no logró apagar el suyo, pero si es cierto que contribuyó a difuminarlo; y la luz irradiada por el colombiano y el peruano le mantenía en un claroscuro.
Hasta que ha llegado la pelona. Y es entonces, cuando la fatídica señora deja la tarjeta de visita, cuando volvemos la mirada hacia el mexicano y le buscamos el merecido acomodo literario.
Y es ahora cuando para muchos su Artemio Cruz se sitúa a la misma altura que el universalmente loado Pedro Páramo, ese otro personaje de la narrativa mexicana ideado por el escritor Juan Rulfo. O cuando “Terra Nostra” y “La región más transparente” merecen un hueco entre  las mejores novelas del siglo escritas en español.
Cosas de las desapariciones y los reconocimientos tardíos. Como ese márketing de la muerte que ya se ha activado para hacer caja; cuando apenas han trascurrido unas horas del fallecimiento del autor y se abre la veda a la búsqueda de inéditos, obras completas o textos inacabados, que sirvan de justificación para una nueva publicación y se inicia una carrera editorial por la reedición de sus obras que dispare ventas y descargas on-line y pueble los escaparates de librerías y grandes almacenes.
Nadie es ajeno a la voracidad de los mercados, ni siquiera un autor como Carlos Fuentes que aunó literatura y compromiso. Y tiene su aquel, porque en estos tiempos la literatura y el compromiso sólo van excepcionalmente de la mano, y son, por lo general, denostados.
Pesan más las cifras que las palabras. Se valoran más los depósitos de los bancos que los de las bibliotecas. Y pese a la volatilidad y lo efímero de la realidad reflejada por los números, se le da a ésta más credibilidad que a la transmitida por las letras. Nada extraño por otra parte  en un mundo en el que se despoja a las personas de su condición humana para convertirlas en balances y estadísticas.
Privados de la esencia, apenas pervive la dignidad. Y de esa y del compromiso, quedamos un poco más huérfanos con la partida de Carlos Fuentes, como ya ocurriera con la marcha de José Saramago y como, más temprano que tarde, pasará cuando nos deje Juan Gelman, el poeta argentino afincado en ese México que asiste hoy al último tránsito de Artemio Cruz.

martes, 15 de mayo de 2012

Sin preguntas, hay menos respuestas


Hay quien afirma que sin preguntas, simplemente no hay periodismo. No poder preguntar ayuda desde luego muy poco a informar, pero de ahí a sepultar al periodismo hay un trecho. Siempre habrá periodistas capaces de encontrar alguna respuesta.
Acostumbrados a mirarnos el ombligo e incluso a regodearnos en tal actividad, perdemos la perspectiva sobre el entorno y de repente, como ahora, descubrimos que no sólo nosotros tenemos ombligo, que éste no es tan importante y que los problemas tienden a globalizarse, porque las malas artes se aprenden rápido y los gobernantes están prestos al atajo para evitar dar explicaciones en cámara parlamentaria o ante la intermediaria de la sociedad, la Prensa; aquí o al otro lado del Atlántico.  
Queremos preguntar, porque la pregunta es un instrumento imprescindible en el ejercicio de la profesión periodística. Y también queremos preguntar porque sabemos que las preguntas incomodan al poder y que los poderosos que evitan someterse a las preguntas de los periodistas es porque tienen algo que esconder, porque no quieren dar explicaciones.
Preguntemos. En La Pampa o en un lugar de La Mancha. Preguntemos, porque las preguntas y las respuestas nos pertenecen a todos.

domingo, 6 de mayo de 2012

Poemas ilustrados



No he hecho números, pero seguro que sale a cuenta el libro electrónico. Contando el precio del soporte y el coste de la descarga por unidad, y deduciendo los libros incluidos gratuitamente en el terminal (varían según modelo y fabricante), seguro que es rentable. Y aún así, pese a la calidad de las nuevas pantallas y la incorporación de nuevas tecnologías que facilitan la lectura y a la nitidez en la reproducción de las ilustraciones, me sigue pareciendo imposible que estos dispositivos puedan sustituir a todos los libros en el futuro.
Me cuesta creer que algunas joyas de la edición vayan a abandonar el papel para renunciar a su valor bibliográfico y a su esencia como libro para encerrarse en los e-books. Joyas como “Hierro ilustrado. Antología gráfica y poética de José Hierro”, que acaba de publicar Nørdicalibros. Una selección de poemas de Hierro, con ilustraciones del propio poeta, que constituye un homenaje en el décimo aniversario de su muerte.
Es difícil imaginar una obra de estas características o similares fuera del papel. Renunciar a sentir las páginas entre los dedos, apreciar los trazos de los dibujos y recorrerlos con la vista y redibujarlos con esos mismos dedos. Reconocer lo cuidado de la edición, la encuadernación, el color del papel, el tamaño y tipología de las letras, las propias dimensiones del volumen… todo aquello que convierte a un libro en un objeto único.
Afirma Alejandro Zambra, escritor chileno, que “el libro es sólo un producto, lo importante es el texto”. Y sí, es indiscutible que sin texto, cuando hablamos de literatura, no existe el libro. Pero de igual modo, es irrebatible que hay productos de usar y tirar y otros que merecen ser conservados. Pese a que esa conservación nos convierte en “hiperfetichista de los libros”, en palabras del propio Zambra.
Si el texto es lo único importante, no tendría sentido la adquisición de una obra como este “Hierro ilustrado”; porque para deleitarse con los versos del poeta hay ediciones como sus “Poesías completas (1947-2002)”, de Julia Uceda y Miguel García Posada, en la Colección Visor de Poesía. Un volumen de más de 700 páginas, testimonio íntegro de su obra.
Es José Hierro otro poeta de luz, cuyos versos reposan en cajones del olvido. Y su obra plástica muestra también esa luz y su mirada de la realidad. Disfrutar de ambos, versos e ilustraciones, en un mismo libro, además de acercarnos al universo creativo del poeta, contribuye a abrir esos cajones y desempolvar unas palabras que probablemente no sean imprescindibles, pero si necesarias para alumbrarnos al recorrer este camino por el que transitamos y al que llamamos vida.

viernes, 4 de mayo de 2012

Traficantes de palabras

Cuando se habla de traficar la persona que escucha o lee activa un mecanismo de forma consciente o inconsciente que la pone en guardia respecto a quien habla o escribe y a la par alerta sus prejuicios, identificando automáticamente ese tráfico con algo sucio, ilegal y pernicioso.
La escritora Carmen Riera, que ocupa el Sillón n de la Real Academia de la Lengua, confiesa ser una “traficante de palabras” (El País, 30 de abril de 2012).  Una confesión que sin duda alberga una dosis de osadía y otra de provocación y que en una sociedad como la actual marcada por los recortes en cualquier ámbito, incluidos los valores éticos, causa más temor y rechazo que una declaración pública de dedicarse al tráfico de capitales, drogas o armas.
Y por si esa confesión abierta de la escritora no bastara para despertar sospechas, afirma también que "Lo que no te da la vida te lo dan los libros, sobre todo si los escribes. Vives y piensas en dos vidas, la tuya y la del libro". Es decir, que al tabú de las palabras une otros elementos sospechosos como los libros y conceptos tan preocupantes y peligrosos como vivir, pensar y escribir.
Una actitud a todas luces beligerante y merecedora de una tipificación legal acorde, que la equipare al menos con la persecución legal a la protesta pública pasiva y que garantice el castigo para quienes como Carmen Riera utilicen la palabra sin tapujos, conscientes de sus acepciones y dándoles el uso adecuado; es decir, lo contrario, por ejemplo, de la habitual práctica lingüística del ministro de Hacienda y Administraciones Públicas.  
Para los que rechazan la vida ligada a la capacidad individual de pensar, no existe mayor subversión que la palabra. La que nace de la reflexión y se emplea para argumentar, con la que se construye frente a aquellos que optan por la demolición. Y por tanto, no hay persecución más justificada que la de los camellos de la palabra y alijo más gratificante que un cargamento de palabras puras, sin adulterar y listas para su consumo. Y por supuesto, no hay personas más sospechosas y peligrosas que aquellas que en prosa o verso lanzan como dardos certeros sus palabras.